España es un país que tiene una modernidad de siglo XIX, en el que las vanguardias artísticas han fracasado o se las ha considerado una extravagancia para minorías, donde lo que predomina es la polémica y el pegar la hebra permanentemente en el café.
Lo peor de esta situación es que deja víctimas de la ignorancia como fusilados en las aceras. Una de esas víctimas puede ser en breve Gala León, la nueva seleccionadora del equipo español de tenis, cuyo nombramiento fue recibido con gran alboroto por cierto sector de la masculinidad hispana deportiva, con Toni Nadal, técnico de Rafa Nadal, como principal abanderado.
Toni Nadal vaticinó unos terribles problemas en que compartieran vestuario los tenistas y la capitana, como si esto fuera un episodio de aquella serie televisiva titulada 'Los Serrano'. “El tenis masculino y el femenino son deportes distintos”, bramó Toni Nadal, en una frase que sonó a las que se pronuncian a determinadas horas en algunos bares, bajo una atmósfera etílica y mientras el que la dice se acomoda el paquete.
Nadie, al rechazarla, se ha referido a las cualidades profesionales en el deporte de Gala León, ni a sus conocimientos de tenis para entrenar al equipo masculino, sino a su condición de mujer. Aunque ella, con una ironía de persona inteligente, lo matizó todo con rapidez. Dijo: “Antes de entrar al vestuario, llamaré a la puerta”.
Ocurre que la mayoría de equipos de fútbol femenino de la élite están entrenados por hombres -salvo excepciones como el Rayo Vallecano- y nadie ha protestado por ello. Se entiende como algo natural, absolutamente normal.
Gala León sonríe ahora desde las fotografías de los periódicos, imaginamos que para no llorar. Los tenistas la rechazan.
Y el Consejo Superior de Deportes (CSD) no se pronuncia, aunque incluso se le formuló la pasada semana una interpelación por parte del Grupo Mixto desde el Senado. Pero todos estos caballeros del CSD deberán definirse cuando definitivamente se reúnan para estudiar la cuestión, tal vez en torno a una copa de coñac, preferentemente Soberano, porque como decía aquel viejo anuncio televisivo en blanco y negro, “Soberano es cosa de hombres”.
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