La escritura perpetua

La actriz

El amor justifica los días. El desamor vacía las horas y los espacios

A Léa Seidoux la llaman la Marilyn francesa. No es exacto.  Esta joven actriz cultiva un aire canalla sobretodo cuando se coloca un cigarrillo en la comisura de los labios. E interpreta personajes que se han ubicado en la periferia de la vida. Se han estrenado simultáneamente dos películas que Léa Seidoux protagoniza con sus ojos de mujer fatal: la deslumbrante, sublime y transgresora 'La vida de Adele', y la desgarrada, emotiva y sensacional 'Sister'. Las dos cintas se caracterizan por su aparente lentitud, por el sosiego de los numerosos primeros planos, pero es una apariencia falsa, porque por el subsuelo de ambas transcurre la urgencia y el pálpito frenético de la vida. Es una de las principales características del sensacional cine que desde hace tiempo se hace en Francia.
     'La vida de Adele' consiste en una extraordinaria historia de amor y desamor. Un reconocido crítico cinematográfico escribió recientemente de esta película que las escenas de sexo en absoluto parecen fingidas. Es lo de menos en esta historia colosal en la que el amor late con desesperación en cada fotograma. El amor justifica los días. El desamor vacía las horas y los espacios. Ocurre cuando rompen su relación sentimental los personajes que interpretan de manera excelsa Léa Seydoux y la joven intérprete griega Adele Exarchopoulos, una auténtica revelación, un rostro que desafía permanentemente a la cámara, inagotable a los primeros planos.
     Por su parte, 'Sister' cuenta la historia de un niño, Simón, que ansía alcanzar el mundo de los poderosos, los que esquían en una estación suiza, mientras é vive miserablemente junto a su hermana, Louise, en un modesto edificio ubicado en la meseta de la montaña. Simón roba los esquíes para venderlos a los jóvenes de su zona, y lo hace de una manera fría, casi como un juego, porque es a lo que se ha dedicado durante toda su vida. Louis -Léa Seydoux- vive, sin embargo, resignada, se ubica confortablemente en su malditismo de empleos sin futuro y amantes sucios. Pero lo que late sobretodo en esta película tristísima son las relaciones familiares con toda su carga de dolor y cariño arañado. La escena final en el telecabina simplemente es cine/cine: contiene toda la dimensión que una película pueda poseer para resumir la vida en todo su espacio de luz y sordidez.

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