La escritura perpetua

Señorías

Los políticos temen a la calle. Y los ciudadanos consideran a los políticos en las encuestas como el tercer problema del país

El pasado domingo por la tarde dos furgonetas de la Policía Nacional, con unos diez agentes, custodiaban la sede del Partido Popular en la calle Génova de Madrid, un edificio cerrado, sin nadie dentro, y con pocos transeúntes a esa hora por las aceras. La Policía suele montar un gran cerco en torno al Congreso los días de sesión plenaria. Y hace unos días, el periodista Manuel Jabois escribía irónicamente en relación a una conferencia que pronunció José María Aznar en el Club Siglo XXI de Madrid: “La conferencia de Aznar movilizó a la unidad canina de la Policía Nacional”. Los políticos parece que buscan defenderse de los ciudadanos. A veces, sin que se sepa exactamente el motivo, la Policía llena la Puerta del Sol de vallas de seguridad hasta convertirla en un laberinto. Los políticos temen a la calle. Y los ciudadanos consideran a los políticos en las encuestas como el tercer problema del país. Pocas veces se había producido un abismo tan grande entre unos y otros. Los políticos representan a la soberanía popular, pero mucha gente los visualiza como la 'clase política', una casta únicamente atenta a su estatus y privilegios: a que no les suban el precio de la copa de gin-tonic en el bar de Las Cortes  y a vivir que son dos días.
      Los diputados acceden a sus escaños protegidos por un escudo    policial en la calle. Es como si desconfiaran del hombre que pasea por las aceras con un libro bajo el brazo. Porque puede que no  lleve una novela, sino un ensayo. La democracia desafina y el personal cree que es porque actualmente tiene músicos mediocres. La situación se parece mucho al absurdo. Ya no está Ionesco para contarla a través de 'La cantante calva'. Pero en varios pequeños teatros de Madrid ha surgido una nueva vanguardia. Jóvenes compañías teatrales narran los nuevos tiempos en algunos casos con los actores ataviados de arlequín. La autoridad ya no prohíbe ese tipo de espectáculos. Al menos eso se ha ganado. Los políticos se refugian en Las Cortes de los ciudadanos, muchos de los cuales lucharon en su día para que sus señorías pudieran acceder a la escalinata entre los dos leones. El pueblo, cuando entonces, se movilizó, se manifestó, y en algunos casos padeció persecución o cárcel por la libertad sin ira. Un eslabón muy importante se ha roto. Pero sólo los descendientes de la estética teatral de Ionesco aciertan a contarlo. n

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