La Bisagra

Usureros

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Desgraciadamente el refranero español no es tan sabio en ocasiones como quisiéramos el común de los mortales. Lo digo porque no siempre se cumple aquello de que “A cada cerdo le llega su San Martín”. A veces los cerdos escapan a la popular matanza y dejan sin sus buenas carnes a los comensales, demasiado acostumbrados desde hace unos años a vivir de las migajas que dejan los patrones de toda la vida, que no son más que monas vestidas de seda, de mucha seda. 
En esta ocasión me refiero a la Banca, en todas sus manifestaciones de usura legalmente tipificadas. Desde los ‘botines’ de este país hasta sus directores de sucursales, que muchas veces tienen en sus manos no echar sal en las heridas de quienes llevan recibiendo latigazos siete años ya.
Lo digo, repito, porque recientemente vi cómo humillaban a un cliente a la fuerza del Banco de Santander en la sucursal de Arquitecto Berges de la capital. Fulanico de tal, pongamos que se llamaba, al parecer, tenía solo 80 euros de ingresos mensuales. No sé de qué, pero eran todos los movimientos que tenía en su cuenta según recriminó a la obtusa e insensible dependienta de la entidad. Vale que el cliente perdió los nervios y grito todo cuanto pudo, pero si no hubiésemos sido educados por nuestros padres (al menos yo por los míos) hace tiempo que hubiéramos empezado a rebanar cuellos de miserables con cuchillos jamoneros, que es como se corta bien las extremidades de los cerdos. Al parecer, al cliente, que sacaba sus 80 euros cada mes cuando los cobraba, porque era el único dinero del que disponía, tras haber perdido todos los subsidios y ayudas, le habían cobrado unos 13 euros de comisión de mantenimiento de su cuenta (todas las cifras son aproximadas). Como quiera que no tenía dinero en ella, pasados unos días, le habían cobrado otra comisión de 38 euros más, por impago de la primera cantidad. Es decir, que cuando el cliente acudió a la entidad tenía la cuenta a unos menos 51 euros o así. Explicó su situación a la empleada y le solicitó que anulara la comisión de 38 euros, algo que se puede hacer, no lo olviden. Ni ella ni el director accedieron a pesar de ver la dramática situación del cliente. Después montó en cólera. Poco, no obstante, a mi parecer, porque en este país hay cosas que no vamos a recuperar con palabras, creánme. Solo espero, de corazón y con todo el rencor del que soy capaz de albergar, que la empleada, el director y todos aquellos que practican la usura en este país, sufran en sus carnes todo lo que están sufriendo miles de hombres, mujeres y familias. Usureros.

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