Curioso Empedernido

Entre soñarlo y vivirlo

No debemos tener mucha esperanza en los líderes que parecen predicadores y nos prometen aquello que saben que no van a poder cumplir

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Demasiadas veces en nuestro afán de buscar lo mejor en cada momento, confundimos nuestros sueños con nuestras vivencias. Hoy día es incluso más frecuente con la permanente alternancia entre lo real y lo digital, el diálogo cara a cara y los mensajes a través de las redes sociales.

En esta sociedad en la que con frecuencia la confusión se hace dueña de todo y mezclamos lo que imaginamos  con la realidad, nos invade el desgobierno de nuestros países, el desconcierto que generan nuestros gobernantes cada vez que abren la boca y el desamparo que sentimos los ciudadanos ante la aplicación de leyes que son claramente injustas.

Hay mensajes que por muy desprovisto de adjetivos que nos parezcan nos resultan reconfortantes, y otros que por muy lleno de halagos que estén no dejan de ser ofensivos a nuestra inteligencia y principios, Muchas veces pensamos, aunque nos lo pinten bonito y de todos los colores que esto explota, que en este coctel de los líos en el que pretenden instalarnos hay más desigualdad que nunca.

Movernos entre uno y otro polo de la vida, produce deformaciones de la imagen que tenemos de las personas, las cosas y las situaciones. Entre la interpretación y la gesticulación, lo auténtico y las trampas, lo limpio y lo sucio, el salto a los cielos y la bajada a los círculos infernales, nos montamos en el tiovivo de la locura convencidos que solo pasáremos algunos malos ratos.

Descubrimos entre mundos imaginarios y contrastes con la gente que sufre y padece, que entre lo enigmático y lo misterioso, el mimetismo y la falta de originalidad, el dinero termina imponiendo su ley y comprando dignidades y voluntades.

También nos damos cuenta de lo estéril que resulta vivir el aquí y el ahora sin quejarse por el pasado ni aventurar el futuro  Dentro de este circo nos sorprende y llama nuestra  atención, entre historias y anécdotas, la gente curiosa que hace preguntas.

Como en el Fausto de Goethe que ha sido la base para tantas obras literarias, artísticas, cinematográficas y musicales, aprendemos que la clave no está en contar los días sino en que los días cuenten, por ello hemos de intentar liberarnos de ver mensajes escondidos donde solo existen buenas intenciones.

Tampoco es bueno para nuestra salud mental inventar fantasmas y seres tóxicos donde solo hay manos dispuestas a ayudarnos. Debemos convencernos de  sacarle el máximo provecho a cada instante y que el optimismo es el mejor bálsamo para la belleza.

Con posiciones imposibles y ofertas irrealizables, perdemos el tiempo y nuestras fuerzas en alimentar a los bobos que se inflan de vanidades y exageran la importancia de las cosas e intentan distraernos de lo importante con fuegos de artificio y palabras que nadie sabe lo que significan.

Hemos de desconfiar de mesías, profetas y patriotas de hojalata, aquellos que presumen de lo que jamás harán y nos ocultan lo mucho que queda por hacer, los que nos intentan meter el miedo con el apocalipsis constante, los que son especialistas en transformar todo lo positivo en negativo, los que no ejercen la dignidad de dimitir cuando llega el momento.

No debemos tener mucha esperanza en los líderes que parecen predicadores y nos prometen aquello que saben que no van a poder cumplir. Ni de aquellos que convierten una fantasía en una realidad inexistente, convirtiendo la ficción en un argumento político, ya que más temprano que tarde , la gente se cansa de oírles hablar mucho y hacer poco.

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