Curioso Empedernido

Un son suave

Callejuelas repletas de historia y llenas de restaurantes, fuentes y heladerías. Allí perdieron la noción del tiempo, perdidos en sus miradas

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai

Aquella noche en el Trastévere, cenando a la  luz de la luna llena,  con su compañera María,  experimentaba una catarata de sensaciones que permanecerían en su cuerpo y en su alma para siempre. Se sentía eterno, en la vida y en su amor. Aquellos bellos ojos le hipnotizaban y le envolvían en una atmósfera mágica de estar ellos solos gozando de aquel momento

Aunque en esa intimidad hubiera mucha gente a su alrededor para ellos eran invisibles. Este barrio en el centro turístico de la ciudad de Roma, uno de los de más historia y tradición tenía las esencias de vidas que nos cantan desde todos los lugares emblemáticos que lo pueblan.

Callejuelas repletas de historia y llenas de restaurantes, fuentes y heladerías. Allí perdieron la noción del tiempo, perdidos en sus miradas, se cogieron sus manos y se declararon por millonésima vez su amor sellándolo con un suave beso envuelto en una bella música italiana que les servía de fondo.

Tal vez, el Trastévere había precipitado sus sentimientos, pero éstos podrían haber aflorado en cualquier otro lugar como en uno de esos rincones de Montmartre en Paris, la capital mundial del amor o en la galería de los susurros de la Catedral de San Pablo de Londres.

Compartían en aquel son suave de sus vidas deseos, sueños e ilusiones, confidencias y la satisfacción de escucharse y atenderse, la atracción y el deseo que derivaba en pasión y el compromiso de toda una vida prestándose ayuda, cariño y amor.

No podían vivir el uno sin el otro, continuaban profundamente enamorados tras cuarenta y cuatro años de matrimonio, en la que habían sabido superar malos momentos y hacer una gran fiesta de los minutos más simples, en la que siempre se habían tenido a ellos sin dejar de ser ellos mismos.

A lo largo de sus vidas habían conocido a muchas gentes y hecho muy buenos amigos. De todos habían aprendido muchas cosas y sobre todo a saber reconocer los propios errores y mostrarse generosos y auténticos, dando lo máximo sin esperar nada a cambio.

También habían procurado desapegarse de las cosas inútiles aunque en apariencia les pudiera reportar los máximos beneficios, ya que jamás había sido para ellos un objetivo y mucho menos una obsesión el tener para vivir mejor.

Su mayor tesoro era estar cerca el uno del otro y la posibilidad de aprender en el conocimiento de las personas, sus viajes por el mundo o su formación permanente en sus actividades profesionales. Todos los días se proponían un reto, seducirse mutuamente.

Si a algo eran alérgicos es a estigmatizar a la gente y colocarles etiquetas. Tampoco entendían demasiado aquellos personajes que era como si estuvieran permanentemente actuando entre números y teatrillos, y además de ser pésimos actores resultaban aburridos.

En ese son suave de sus amores, movían sus poleas y palancas, procurando no hacerse las victimas ni ser figurantes ni marionetas de los caprichos ajenos ni de los dogmatismos de aquellos que les encanta manejar la vida de los otros sin reparar en el desastre de las suyas.

No solo querían contar para las estadísticas sino existir porque se habían propuesto disfrutar de su amor hasta el último minuto que estuvieran juntos, tal vez descubriendo otros lugares románticos en cualquier lugar del mundo.
          

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN