Curioso Empedernido

Entre miradas y mareos

A veces somos capaces en el colmo de nuestro cinismo de dominar todos nuestros estereotipos y hay quienes incluso se convierten en ladrones de iniciativas y esfuerzos ajenos

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El barco se movía, como casi siempre en levante, en un ir hacia arriba y hacia abajo como en las cunitas o en la noria, hacia un lado y otro,  derecha o izquierda, como si fuera el látigo de las atracciones feriales. El barco se movía y él como si fueran un mismo cuerpo.

Su vida, cuyo nombre no importaba como tantos y tantos seres anónimos, era un sinuoso camino entre la rutina y la sorpresa, entre lo vulgar y la magia, entre visiones y extrapolaciones, claros y oscuros, realidades y ficciones, aciertos y errores que andaba dando tumbos de un lugar a otro para localizar su punto de observación.

La realidad nos enseña que cuando no se tiene nada que decir o se guarda un silencio paralizante o se empiezan a proferir tonterías e idioteces de forma compulsiva entre pulsiones y pasiones, como si estuviéramos fuera de nosotros o abducidos entre aperturas y sectarismos.

La experiencia nos enseña, que cuando no acertamos debemos orientar nuestros pasos en otro sentido,  que empecinarnos en repetir nuestros errores solo nos conduce de forma irremediable a la melancolía y la desesperación, y hemos de alejarnos de los escondidos y agazapados, de lo incomprensible e inexplicable.

Nuestra realidad es la mejor de las maestras y a diario nos da lecciones de humildad y la necesidad de decir la verdad, sin mirar para otro lado  y saber superar camelos y simulaciones, fingimientos y engaños, sin tener que vivir pendiente de todas y cada una de nuestras  acciones.

A veces somos capaces en el colmo de nuestro cinismo de dominar todos nuestros estereotipos y hay quienes incluso se convierten en ladrones de iniciativas y esfuerzos ajenos y aprovechando un trozo de aquí y un trazo de allá entre luces y claridades, sombras y oscuridades como si todo le importara nada y ésta le produjera una sensación de plenitud.

Los más peligrosos son los trepadores que para situarse en las alturas del poder son capaces de lo que sea, y están dispuestos a aprovecharse de que aquellos que tienen ideas y trabajan duro. Están en una especie de corta y pega permanente y aparentan lo que no es y presumen de lo que no tienen.

En ocasiones se dan una tregua sin perder el ojo del objetivo, aunque  tomando prestado lo que no le ofrecen y plantan cara de forma acelerada e indomable y con gesto agrio y desabrido a aduladores, palmeros y bufones a sueldo, filtradores y chivatos.

Descubrimos con el tiempo que no pasa nada, si descansamos y dejamos para mejor momento aquella tarea que nos estresa y pasamos de aquellos que no se cansan de exigir pero no ofrecen nada de su esfuerzo por mejorar las situaciones.

Nuestras actuaciones tienen una proyección pública, que lejos de discursos vacíos y repletos de tópicos, se mueven en ocasiones entre el surrealismo y la excentricidad, entre lo que decimos y lo que ocultamos, lo público y lo privado, lo confidencial y lo sabido por todos que a veces  son más fabulaciones que realidades.

También somos conscientes que hay veces que nos sentimos atrapados en la ansiedad de nuestras obligaciones que nos hemos ido creando sin necesidad, y no nos damos cuenta que nos movemos guiados por nuestras conciencias entre dudas y remordimientos,  sin ser capaces de romper ese círculo que nos impide encontrar la salida.

Quizás haya momentos  en los que tenemos que superar nuestras monotonías, rutinas y comodidades para empezar a cambiar el mundo.
         

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