Curioso Empedernido

En saco roto

Como curioso e interesado por lo que piensan mis vecinos y paisanos, intento responderles con amabilidad, pero sin la pretensión de resolver sus dudas ni plantear soluciones mágicas sino con la intención de optimizar nuestros recursos y potenciarlos al máximo

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Muchas veces, más de las necesarias, tenemos la impresión  de  que nuestras reflexiones expresadas a través de esta columna de los miércoles, caen en saco roto,  y son como predicar en el desierto, pero sin embargo no es así, y casi siempre hay alguien que te llama incluso para decirte que no está de acuerdo, lo que no deja de ser un saludable ejercicio democrático y una satisfacción para los que escribimos.

Como curioso e interesado por lo que piensan mis vecinos y paisanos, intento responderles con amabilidad, pero sin la pretensión de resolver sus dudas ni plantear soluciones mágicas sino con  la intención de optimizar nuestros recursos y potenciarlos al máximo y abrir nuestros sentidos para disponernos a enterarnos de las cosas que suceden.

Y nuestra curiosidad nos lleva a convertir la ilusión por el cambio en una dichosa realidad, siendo capaces de comenzar a darnos las respuestas a las preguntas que llevábamos haciéndonos desde hace mucho tiempo, y asumiendo que cualquier idea  por poderosa que sea, la mejor de todas, necesita la fuerza de la voluntad para llevarla a cabo.

Aunque, en ocasiones, lleguemos demasiado tarde, no nos podemos permitir el lujo de perder oportunidades , hemos de apostar por salvar a los débiles y no castigar a los fuertes, unir lo culto con lo popular, convenceros que cualquier día puede ser importante y saber vacunarnos contra los despilfarros y los despropósitos.

No podemos permitir ni una sola vez el que hablemos a nuestros responsables políticos y no hagan caso, ni de nuestras palabras ni de nuestras reivindicaciones y que éstas caigan  en saco roto y debemos ser coherentes con nuestros discursos para dar pasos firmes hacia la decencia.

En ocasiones la magia diaria de nuestras vidas nos trae recuerdos que nos permiten sacar desde lo más profundo de nuestro ser, el personaje auténtico que cada uno de nosotros lleva dentro y que nos impulsa a  mostrarnos tal y como somos, sin disimulos ni disfraces.

A caballo, entre figuras y figurines, culos y colas, anteriores y posteriores, verdades y mentiras, campos y playas, montañas y llanos, verdugos y víctimas, culpables e inocentes, pilotes y palotes, existires e insistires nos vamos convenciendo que hay muy poca gente que nos presta sinceramente atención.

Tal vez lo que casi siempre permanece son los recuerdos de nuestros sentidos, porque por mucho que lo intentemos sus percepciones nos penetran y no podemos evitarlas, como ese perfume que nos transporta al mejor de los destinos insólitos o ese sabor a jamón que jamás te abandona.

Igualmente nos resulta imposible orillar ese sentimiento excepcional y exclusivo de, entre elegancias e intimidades , sentirnos lejos de cualquier frontera como un ciudadano libre del mundo, sin corsés ni presiones, sin formulas, jarabes y pastillas y con la libertad de sabernos dueños de nuestros destinos,.

Pretender que los dioses sean hombres tal vez sea menos complicado que los hombres sean dioses, entre requisitos mínimos y exigencias máximas, reinventar lo viejo y avejentar lo nuevo y acabamos descubriendo que para que el saco no se abra, hemos de saber cambiar pequeñas cosas de nuestra vida cotidiana.

Entre ganancias y pérdidas, debemos saber superar el caos para que no bloquee nuestras energías y afrontar nuestros miedos para poder disfrutar de la vida.
                   

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