Curioso Empedernido

Un nuevo rumbo

En estos tiempos entre el pasado y el presente, de tantos años de aguantar entre oscuridades y claridades, debía plantar cara a quien como su jefe, jamás había valorado su trabajo

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai

Se consideraba un convidado de piedra. Presentaba un aspecto desaliñado. Aunque no iba mal vestido,  era como si estuviera enfadado con la plancha y la arruga dominara todo su vestuario. Su expresión agotada, entre el cansancio, la fatiga y la falta de sueño era la de alguien derrotado.

El sol a través de la ventana del tren golpeaba su rostro con fuerza como queriendo mantenerlo despierto para que no perdiera ningún detalle del paisaje. Había llegado la hora de la verdad y durante el trayecto había tenido tiempo para reflexionar sobre cuál debería ser su mejor postura.

En estos tiempos entre el pasado y el presente, de tantos años de aguantar entre oscuridades y claridades, debía plantar cara a quien como su jefe, jamás había valorado su trabajo. Tal vez fuera su último viaje con el papel que le tenían asignado  y quizás a partir de ahora su vida tomaría otro rumbo.

Tenía una sensación pletórica de entusiasmo por haber sido seleccionado entre una nuestra de 1500 personas para convertirse en  uno de los probadores oficiales de aquel reloj inteligente con el que podía hacerlo casi todo.

Era como  el tú me lo resuelves sin ninguna molestia,  desde responder a un email o los mensajes de texto hasta realizar pagos  o transferencias o dictar su artículo semanal en la revista en la que escribía, a la vez que estaba perfectamente vigilado en sus pulsaciones como cardiópata, además de saber en cada minuto en qué hora vivimos.

Se sentía distinto y poderoso y no iba a permitir que otros le dictaran la forma en que debía vivir su vida. Estaba imbuido en un silencio total, cuando se oyó la voz de la azafata anunciando que habían llegado a la Estación de Madrid –Atocha  y despertó de su ensimismamiento.

Estaba decidido y le diría que NO a la persona a la que tantos años se había plegado y había hecho sumisamente su santa voluntad. Hoy había tenido el valor de rebelarse y ser el mismo .Ya no tenía forma de echar marcha atrás  ni de arrepentirse.

El taxi le había dejado en pleno Paseo de la Castellana, a la misma puerta del edificio que albergaba las oficinas de la empresa de marketing en la que llevaba dieciocho años trabajando. Cogió el ascensor, tragó saliva y se vio delante del despacho de Arturo, su jefe.

Algo extraño había ocurrido, ya que Alicia, su secretaria, con una expresión entre incrédula y sospechosa le advirtió que Arturo había tenido que ausentarse, pero que le  había dejado  un sobre de color blanco y tamaño cuartilla.

Con rapidez y prontitud lo abrió y leyó, entre sorprendido e indignado las razones por las que la empresa había decidido prescindir de sus servicios. Todo un impacto, algo inesperado ya que  él iba a decirle al tal Arturo que por mucho que le rogara, él se iba y al final resultaba que lo echaban.

A decir verdad era la peor noticia de su vida. Muchas cosas pasaban por su cabeza, demasiadas preguntas sin respuesta, el desánimo anidaba en su persona al sentir que todo se hundía bajo sus pies con la pérdida de su trabajo. 

Anónimo, como tantos y tantos otros, pasaría a engrosar las estadísticas de los que están en el paro, aunque por poco tiempo  ya que  tenía un nuevo proyecto en marcha  con su mercado y sus fuentes de financiación resueltas, y con la esperanza de que a pesar de este final inesperado pero tal vez deseado, podrían abrirse otros mundos y es posible que otras puertas a un nuevo rumbo en su vida.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN