Curioso Empedernido

La única verdad

La mayor de las corrupciones es la que no admite otra realidad, la intransigente ante otras ideas y otras perspectivas, la que no ha descubierto que el caos es un orden por descifrar

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Como diría Antonio Machado, ¿Tú verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela. Cuando quienes nos gobiernan nos quieren hacer ver y creer que la única verdad existente es la que ellos nos predican, sentimos  una sensación entre el ridículo  y la mentira,

Frecuentemente asistimos desde el espectáculo del todo está bien y somos maravillosos hasta el peor imposible ,y esto es una catástrofe para aquellos que se creen en posesión de la única y posible verdad, a los que oyen pero no escuchan , los que no permiten la discrepancia y mucho menos la disidencia.

La mayor de las corrupciones es la que no admite otra realidad, la intransigente ante otras ideas y otras perspectivas, la que no ha descubierto que el caos es un orden por descifrar, la que sigue empeñado en la guerra de banderas o donde todos somos extranjeros para sus criterios.

Los poseedores de la única verdad siempre buscan argumentos para permanecer agarrados al sillón del poder, sin ser capaces de bajarse a tiempo del tren en marcha y volver de forma humilde y natural a su trabajo, claro está si lo tienen.

Son los que pretenden acusar a los demás de sus carencias y sus errores, los que bajo una y mil excusas esconden su incompetencia, los que ven en los demás la mota pero son incapaces de  enfocar la viga en sus propios ojos. Los que con tal de imponer su criterio, hacen del “hecho festivo” una verdadera tragedia.     

Los que escriben sobre cosas  que no existen pero están seguros de haberlas  vivido para confundir al personal, los que bajo el signo del dogma nos intentan transmitir la pálida certeza de que todo está perdido , los que como Aristóteles piensan que la única verdad es la realidad.

Líbrenos la casualidad de prejuicios vanos y oscuros intereses que no admiten otra verdad que  la propia, de quienes defienden el papel de lo crucial y no saben distinguir lo urgente de lo importante, la cultura de la doctrina, la adoración de la transformación y la relatividad de su papel.

En este proceso de reflexiones sin límites están los que confunden las alertas con los avisos, lo legal con lo legítimo, lo ético con lo estético, la fantasía con lo imaginable, la negociación con la cooperación, la provisión con la previsión.

Mientras los mercados gritan enfurecidos, crecer, crecer, crecer para ganar, ganar y ganar, y siempre nos encontramos con  voces que reclaman  crecer para repartir, en tanto hay quienes se debaten entre el “esto no lo hemos hecho nunca así” o “esto lo hemos hecho siempre de la misma manera.”

Cada día nos vamos envolviendo en los dogmas que intentan resolver nuestras dudas y evitar los debates., desde las falsas seguridades de los necios y  quienes son alérgicos a las críticas o aquellos que  se instalan en la rutina bajo el maquillaje de la responsabilidad.

En medio de este circo, no basta invocar un principio para que se produzca, y deberíamos recordar que sin esperanza la vida sería insoportable, que lo auténticamente importante es aprender a resolver los conflictos y que en cada ocasión seamos capaces de configurarlos con la mayor creatividad posible.

Cada día ratificamos que es preciso vencer y superar la tentación de la única verdad, que en el mundo que nos ha tocado vivir, necesitamos restringir y controlar democráticamente el poder, que no nos vale admitir lo inevitable cuando que las cosas sean de otra forma está en nuestras manos.
                        

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