Curioso Empedernido

De un día para otro

Tengo un amigo que planea cada segundo lo que va a hacer y lo que se va a gastar, sin caer en las trampas del reloj y de la publicidad y se divierte comprando lo necesario y evitando estados emocionales de tristeza o euforia

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Así de sencillos y complicados resultamos,  somos tiempo y espacio.  Doce uvas separan un día 31 de Diciembre de un otro 1 de Enero, un momento de otro, un mes de otro, un  año de otro. Este tránsito puede estar lleno de rituales que van desde lo emocionante a lo tradicional, pasando por lo enigmático, de  lo fascinante a lo  grosero, incluso de lo sensato a  lo disparatado.

Pero permítanme que centre el artículo de hoy en otras reflexiones y que aunque me encante la prosa poética, disfrute escribiendo como realmente pienso y hablo, de forma clara, directa y sencilla, y  que en este camino no descarte ir ilusoriamente hacia   la utopía de la perfección aunque no me obsesione por ella.

Tengo un amigo que planea cada segundo lo que va a hacer y lo que se va a gastar, sin caer en las trampas del reloj y de la publicidad y se divierte comprando lo necesario y evitando estados emocionales de tristeza o euforia pero experimentando  una sensación agradable y placentera, procurado dejar la obstinación para conseguir el objetivo que se propone.

Entre bombos y bolas, credos y sectas, tranquilidades y bullicios, hay acciones que nos ayudan a sentirnos útiles y recuperar las ilusiones perdidas,  aprovechando las ocasiones para restablecer la comunicación con las personas más cercanas y queridas.

De un día para otro nos gustaría sentir el placer de cada situación, experimentar el bienestar de la lealtad y de sentirnos motivados por los estímulos que nos invaden y merecen la pena, y en este recorrido saber distinguir casi siempre lo anecdótico de lo esencial, sin dudar ni retroceder, con paso firme y decidido y mirando hacia adelante.

Resulta positivo aprender a confiar sin necesidad de estar juzgando permanentemente a los demás, y clasificándolos entre inocentes y culpables,  sabiendo adaptarnos al ascender y al descender, a sentir el vértigo de las alturas y soportar la angustia de las profundidades.

Deberíamos averiguar en un santiamén cuando nos quedamos y en que instante hemos de irnos, si estamos mejor solos o acompañados o si debemos atacar o defendernos. Con el tiempo y nuestros fracasos, descubrimos que las cosas pueden ser de otra manera, aunque algunos nos quieran hacer creer lo contrario.

La vida nos otorga premios y castigos, y la realidad, aunque en ocasiones no lo admitamos, existe en referencia a lo que es real en cada momento., por eso nos puede situar en medio de la alegría para que gocemos o envueltos en la tristeza para que nos deprimamos.

Una de las experiencias más completas y que más nos coloca frente a nuestra levedad y nuestra pequeñez es la política, en la que hemos de practicar la sincera humildad frente a la cínica prepotencia, aprender y repetirnos una y otra vez que el mayor capital de un servidor público es su palabra, por tanto lo que se promete se ha de cumplir y si no hay que dar la cara y explicarlo.

Llegado este momento, quisiera terminar este artículo por lo que no se debe hacer nunca desde el compromiso con la ciudadanía  es pasar la raya roja entre la verdad y la mentira sin sonrojarse, tal y como hace a diario don Mariano Rajoy que en el colmo de  la desfachatez y la poca vergüenza política afirma en su última comparecencia “Nunca hemos engañado a los españoles”.

En un periquete mi amigo Antonio, que cobra una pensión de alrededor de 800 euros, se enteró que le habían subido  dos euros mensuales, con lo que podría tomar un café más,   y al escuchar al Presidente del Gobierno de España, o pudo contenerse y le hizo la peineta.
              

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