Curioso Empedernido

Una mirada al escaparate

Persistente había aprendido que en el escaparate de la vida, entre manejos y manipulaciones, los diablos más dañinos solían ir disfrazados de ángeles aparentemente protectores y benéficos

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Había salido a dar un paseo y recordaba aquella experiencia única, cuando  de pequeño recorría las principales calles de su ciudad contemplando escaparates, todos distintos y diferentes, con la personalidad que el decorador imprimía a cada establecimiento.

Ahora era distinto, igual daba estar en Madrid que en Budapest, en Nueva York que en Sidney, la globalización nos había uniformado y las franquicias y las grandes cadenas  obligaban a sus establecimientos  en todo el mundo a mantener una imagen corporativa, con los mismos colores y el mismo diseño, para que fueran fácilmente identificables fuera quien fuera el cliente.

Morrotroco Persistente no lograba levantar la  cabeza por mucho que se empeñara en hacerlo. Había seguido todo tipo de terapias e ido a todo tipo de psicólogos y psiquiatras. Su ansiedad le colocaba en una situación de infelicidad, más pendiente y angustiado por el  futuro que de aprovechar lo que le pasaba en el presente.

Era consciente de que debía mirar con otros ojos a otras gentes. Mañana era mañana, pero el apenas era dueño del ahora y no podía convertirse permanentemente en algo que fulminaba su esperanza entre el ser pirómano y bombero de sus expectativas.

Asomado al balcón de la actualidad, los escaparates de la realidad estaban llenos de malas noticias, de seres tristones y apáticos, de esperpénticos indolentes e insatisfechos dispuestos a jugar a la ruleta rusa, de gente en busca de identidad o en desarraigo, de neuróticos somatizando sus preocupaciones.

Persistente, a pesar  de su pesadez, le gustaba contemplar el entorno desde la distancia, respetuosamente, sin inmiscuirse demasiado en los problemas de los demás. Procuraba calcular los riesgos en sus observaciones y se mostraba prudente y cauteloso ante cualquier contacto o antes de iniciar una nueva relación.

Absorto en la observación de la realidad y concentrado en el estudio de la personalidad humana, su mente bullía en la búsqueda de nuevas ideas  y en esto procuraba tener las manos muy libres siguiendo el lema de esa vieja tribuna de libertad que era la revista de La Codorniz” todo lo que no está prohibido será obligatorio”.

No se acostumbraba a hacer circunloquios y dar mil vueltas y revueltas, y atacaba de frente sin dar ni un solo rodeo lo que muchas veces le ocasionaba algún que otro dolor de cabeza. Jamás perdía la brújula y procesaba todo lo que ocurría alrededor sin perder puntada de cualquier detalle por nimio e insignificante que pareciera.

Persistente había aprendido que en el escaparate de la vida,  entre manejos y manipulaciones, los diablos más dañinos solían ir disfrazados de ángeles aparentemente protectores y benéficos, y que muchas de las argumentaciones que nos ofrecían como verdaderos dogmas indiscutibles los personajes públicos no eran sino distracciones, disfraces y desprecios a la inteligencia individual y colectiva.

En la búsqueda de posibilidades de abrirse a los demás, potenciaba sus habilidades de valorar los pequeños gestos, lejos de extravagancias y caprichos, sin suspicacias ni recelos, procuraba que todo el mundo tuviera su momento de lucimiento, su minuto de gloria.

De ese paseo por el escaparate de la vida había aprendido que los falsos intelectuales son aquellos que se creen lo que no son, y que sin miedos ni complejos hemos de atrevernos a poner en marcha nuestras ideas para que no se queden en mera retórica.
                            

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