Curioso Empedernido

Devociones y veneraciones

Vivía pendiente del móvil y las redes sociales hasta que decidió apagarlo y comprobó que se encontraba mucho mejor, que estaba más tranquilo, que ninguna sintonía ni extraño sonido le interrumpía

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Sus devociones y veneraciones eran todo un ejemplo para los demás. Justo Justiciero se pasaba la vida intentado arreglar las injusticias que se cruzaban en su camino, a veces de forma inadmisible, como era utilizando la venganza y el ojo por ojo y  diente por diente.

Entre sus experiencias, sus fantasías y deseos, le inundaba en ocasiones una tristeza que le sumía en la inactividad y el aburrimiento, en un dilema angustioso entre lo cierto y lo desconocido, la precisión y la ambigüedad.

Justiciero resultaba con frecuencia insoportable, porque además de su actitud huraña y descalificadora hacia los demás, solo sabía hablar de sí mismo, perdiendo la posibilidad y ocasión de darles a los demás la oportunidad de que lo hicieran sobre otras cosas y cuestiones.

Vivía pendiente del móvil y las redes sociales hasta que decidió apagarlo y comprobó que se encontraba mucho mejor, que estaba más tranquilo, que ninguna sintonía ni extraño sonido le interrumpía una sesuda reflexión ni una agradable conversación.

No quería perder la originalidad de ser el mismo ni sentirse tan insatisfecho de no estar contento con nada. Para colmo de males a JJ le habían quitado la posibilidad de una de sus máximas ilusiones, que era poder presentar la declaración de la renta hecha a mano, con su bolígrafo BIC de toda la vida. Ahora todo era por internet, y la verdad que perdía cierta gracia.

Navegando en el mar de los efectos y artificios, intentado no ser el blanco de los dardos de los miserables, ni el objetivo de las mentiras y bulos puestos en circulación con el único afán de joder. Adaptarse al paso del tiempo y no rebelarse contra él, era algo que tenía que aprender y aceptar.

Con su amplitud de miras entendía  una realidad más grande, que a los ojos de los demás podría resultar fantástica en el sentido más peyorativo y menos realista de la expresión, como si en lugar de una mirada distinta fuera una ceremonia de locura sin sentido.

A pesar de todo sabía moverse con maestría entre azares, injusticias y catástrofes, resolviendo los rompecabezas sin aparente solución, los laberintos sin principio ni final, superando  las chifladuras que le habían sorbido todas las ideas y solo le dejaban gritar y llorar.

Estaba harto de tantos secretos a gritos que conocían todos de forma desvirtuada, y que cuanto más se deformaban y se alejaban de la realidad en una especie de cuento de las mil y una noches que hubiera tenido la inspiración en una pesadilla sin fin.

Justo sabía que somos química e impulsos eléctricos, que resulta increíble el inmovilismo de algunos, ese no moverse un ápice de sus posiciones, esa inflexibilidad que no conduce a ningún sitio, ese confundir la realidad con la ficción, en la seguridad de que ésta en muchas ocasiones tiene más sentido.

Entre tantos escándalos sonoros y violencias extremas, y aunque  se había vuelto alérgico a los sobresaltos,  su ansia de libertad e independencia era una constante en todas sus actuaciones y entre tentaciones de aventuras y sumergirse en  mundos desconocidos se quería dar una segunda oportunidad.

Aquel golpe le había sacudido en todo su cuerpo y en toda su alma. Al volver la vista atrás, observó cómo cada loco continuaba con su tema y como un rey sin corona, redescubrió que era más difícil escribir sobre lo que imaginaba que sobre aquello que le pasaba.

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