Curioso Empedernido

Sin molestar

Cada palabra, cada frase, cada gesto era minuciosamente estudiado para no incomodar, para no herir la sensibilidad de quienes le tenían como una persona correcta y educada

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En su afán de quedar bien con propios y extraños, huía siempre de molestar a nadie, prefería pasar desapercibido o esfumarse en el olvido. Así era Simeón Sigiloso, en sus andares y caminos, dejando de lado su perfil menos efusivo y procurando mostrar su aspecto más afectuoso y humano.

Cada palabra, cada frase, cada gesto era minuciosamente estudiado para no incomodar, para no herir la sensibilidad de quienes le tenían  como una persona correcta y educada. A pesar de las tensiones y los malos momentos, se daba cuenta que el tesón y el esfuerzo le estaba dando sus frutos.

Sin embargo ese contenerse permanentemente, le había producido un gran cansancio acumulado,  un estrés que se traducía en una ansiedad que le provocaba un sufrimiento sin fin, como una especie de úlcera que no curaba,  aunque también era sabedor de que todo en la vida podía cambiar de la noche a la mañana.

Había decidido iniciar una nueva etapa en su vida, sin alharacas ni aspavientos, desterrando los viejos esquemas para no repetir los mismos errores, pero sus proyectos futuros estaban llenos de nuevas y buenas expectativas.

Necesitaba sin provocar ni levantar envidias, darse algún capricho o recibir alguna sorpresa agradable. Se sentía recompensado con la generosidad de sus familiares y amigos y se recreaba con el almacenamiento de sus recuerdos y la rememoración de sus vivencias.

Aquel empujón moral, aquella estimulina emocional le hacía mirar las cosas con más optimismo y benevolencia. Tenía una claridad mental, una mirada renovada y unas enormes ganas de cambiar todo aquello que no le gustaba.

Dado su espíritu austero pasaba de las exquisiteces y de las medallas de camelo, de juguetes rotos y máquinas forzadas y aunque su principal cualidad era la modestia y su tono la prudencia, no le asustaban las predicas apocalípticas, los talentes agresivos y los aspectos demoníacos.

Siempre intentaba convencer y convencerse para valorar lo bueno y positivo que la vida tenía, procurando siempre sentar las bases y razonar sobre todos los aspectos de la tarea que le habían encomendado, sabiendo administrar adecuadamente el sentido común y el del humor para no hacer una montaña de un grano de arena.

Había descubierto en el proceloso mundo de las emociones que no debemos dejarle espacio a la desesperación y a la tentación de tirar la toalla, tampoco valía de nada el no ser capaces de superar nuestros desengaños y decepciones, cayendo en un escepticismo existencial que nos impide creer en nada, y sobre todo no debemos resignarnos como si las cosas no pudieran ser de otra manera.

También había aprendido a distinguir lo urgente de lo importante para no caer en la ansiedad de abarcarlo todo sin lograr nada, En estos momentos, necesitaba desconectar de las cosas que le preocupaban y de aquellas experiencias que se habían quedado grabadas en su memoria.

Con la discreción y la prudencia que le habían caracterizado, sin importunar ni molestar a nadie, quería el cielo con sus sueños sin dejar de pisar el suelo con sus proyectos y aquel mágico lugar perdido a orillas del mar le transmitían toda la energía y las vibraciones positivas para sentirse repleto de entusiasmo, con la ilusión y la fuerza para conseguir cuanto se propusiera.
  A partir de ahora, estaba dispuesto para hacer realidad con valentía  lo que decía Séneca “prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones”.

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