Curioso Empedernido

Hay cosas que dan vergüenza

Resulta complicado entender a aquellos que andan por todas las esquinas del mundo, corrigiéndonos y dándonos lecciones de cómo se debe hablar y escribir, que es lo que hay que hacer en cada momento, cuando, como y con quienes, dónde y por qué hay que hacerlo

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Observando la realidad, hay muchas de las cosas que nos suceden o nos ocurren que nos ponen colorado, que nos producen vergüenza, y que nos hace pensar sobre la condición humana, si  es éticamente respetable o repudiable, si somos dignos merecedores de nuestra naturaleza  o simplemente cuando toca denunciar y gritar, miramos para otro lado y en otras ocasiones somos cómplices o tenemos miedo de levantar la voz, no vaya a ser que paguemos las consecuencias.

Una de las actitudes más peligrosas y que más rechazo me producen son las de aquellos que pretenden dar lecciones a diestro y siniestro de moral, y que jamás han roto un plato cuando se han cargado toda la vajilla, que van predicando lo que son incapaces de cumplir. Como por ejemplo algunos dirigentes del PP, que ahora denuncian a  Barcenas cuando antes lo esperaban como agua de mayo todos los meses con su “sobrada” generosidad.

No soporto a los  que te hablan y jamás te miran a los ojos, que son los más fundamentalistas de los movimientos Pro vida, pero después forman parte de los Consejos de Administración de las firmas y marcas que  explotan como esclavos a gente por una miseria como en el caso de Bangladesh, donde el derrumbe de un edificio se ha cobrado más de mil cien vidas  en uno de estos edificios en los que había fabricas semiautorizadas y clandestinas.

Tampoco aguanto a los que te quieren despachar con cuatro frases estereotipadas de política barata y psicología casera como si fueran grandes expertos en el comportamiento humano, cuando lo único que pretenden es sacar el máximo beneficio con la menor inversión.

Resulta complicado entender a aquellos que andan por todas las esquinas del mundo, corrigiéndonos y dándonos lecciones de cómo se debe hablar y escribir, que es lo que hay que hacer en cada momento, cuando, como y con quienes, dónde y por qué  hay que hacerlo. Son los insoportables sabios del lugar.

Muestran el mayor de los cinismos, quienes incapaces de aceptarse a ellos mismos, abren el consultorio para pontificar sobre como han de resolver los demás sus propios problemas, o aquellos medios y artificiales listas de éxitos que te hacen escuchar en todo momento la misma música, sea invierno o verano, primavera u otoño, día o noche.

O los insoportables y pedantes  que creen  siempre tener  razón, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra y piensen los demás lo que les venga en gana, son como una migraña sin remedio, un ruido que no cesa o un grano en el trasero. Todos te recomiendan remedios, pero no hay manera de acabar con ellos.

Hay quienes nos creen animales de experimentación o laboratorio, como si fuéramos bichos raros y extraños, y de cuya observación se podrían sacar conclusiones para determinar nuestro comportamiento,  que no tenemos más valor que servir como cobayas, sin que por eso debamos tener derechos a ser nosotros mismos.

Y en el plano de lo estético no hay cosa más vulnerable que un hombre desnudo en calcetines o una mujer tapada hasta las cejas sin aceptar la belleza de su cuerpo, sin poder mostrar la más seductora de sus miradas y la más cautivadora de sus sonrisas.

Finalmente no entiendo esa necesidad de ir corriendo a todos lados. No tengo  prisa. Es inútil y perjudicial esa tensión estéril que solo nos hace daño. Necesitamos de momentos de soledad para reflexionar y encontrarnos con nosotros mismos, sin necesidad de pócimas y ungüentos, formulas mágicas y milagrosas, sino con la claridad  de las ideas y la fuerza de la ilusión.
                           

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