Y si eso es así podríamos poner muchos ejemplos de cuanto les digo, pero vayan algunos que hace unos días con sólo asomarme a la realidad cotidiana pude descubrir y constatar y que dan título a este artículo: mulas, muletas y muletillas.
Cuántas veces hemos escuchado desde las crónicas de la corte a las referencias más populares “fulanito trabaja como un mulo o una mula”, haciendo alusión a ese animal híbrido estéril, refiriéndose al macho porque la hembra puede generar óvulos fértiles, que resulta del cruce entre la yegua y el asno.
Pero tal vez en menos ocasiones y más localizadas hemos hecho mención a ese río o pueblo de la región murciana, y es posible que nos resulte más familiar el aplicado a la persona que pasa droga en el interior del estómago, esa ficha de dominó que contiene el mismo número en ambas partes de la misma o ese útil programa de intercambio de ficheros.
Cuando sufrimos algún tipo de incapacidad para caminar, no resulta nada extraño soportar el peso de nuestro cuerpo sobre una muletas que nos ayuden a desplazarnos y nos permiten una autonomía asistida que, en el mejor de los casos, termina en el bastón o incluso, en los mejores casos, en un andar vacilante.
Mientras que muchos de nuestros artistas en el arte de Cúchares se entrenan horas y horas para ser hábiles con ese paño o tela rojo que sujeta con un palillo el matador cuando realiza el último tercio de la corrida y prepara la muerte del toro.
En nuestro país, sin embargo, la acepción más apreciada, además de la taurina, es la política de saber manejar las situaciones más difíciles y complicadas con enorme habilidad para ser capaz de convertir un problema en una solución y un conflicto en un acuerdo entre las partes.
Lo más sorprendente es quizás que en el mundo de la innovación, el conocimiento y las nuevas tecnologías, nuestro vocabulario se limita y se empobrece y entre tanto lenguaje simplificado y mecánico, cada vez son más las personas públicas, políticos, líderes sociales y comunicadores con un lenguaje más pobre y uniforme.
Nuestros hombres y mujeres de la actividad pública, cada día nos aburren con locuciones y discursos llenos de muletillas, intentado cubrir carencias, huecos e incultura para dar con la palabra o la frase justa en el momento y lugar apropiados. Entre los latiguillos más frecuentes nos encontramos con este, eh, o sea, bueno me explico, claro, entienden, entonces, es decir o evidentemente y todos los adverbios similares y la que está muy de moda ahora y que empieza a resultar inútil y contraproducente, es ese tan socorrido “como no podía ser de otra manera”.
Afortunadamente este idioma que hablan más de cuatrocientos millones de personas , es rico para expresarlo con la cabeza y el corazón, para todo tipo de gente dispuestas a escuchar, enriquecer su vocabulario, cultivar el hábito de la lectura y ser capaces de hacerse entender entre mulas, muletas y muletillas.
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