Opiniones de un payaso

El color de la bandera es lo de menos

No es ninguna sorpresa que un ministro de Exteriores del Gobierno de España venga a esta comarca por su relación de proximidad con Gibraltar y, al final, se...

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No es ninguna sorpresa que un ministro de Exteriores del Gobierno de España venga a esta comarca por su relación de proximidad con Gibraltar y, al final, se vaya sin hacer ni ofrecer prácticamente nada. Todo lo contrario. Es lo que ha ocurrido casi siempre. Cada vez que han venido por aquí, de un modo u otro, con sus palabras o con sus actos, lo que han hecho es empeorar la cosa. Y más aún cuando esos ministros han sido representantes de un Gobierno del PP. Lo cual tampoco sorprende, porque ya sabemos que el patriotismo español mal entendido constituye una de las señas de identidad de este partido liberal-conservador heredero del franquismo. Las señas de identidad de una derecha que, en lugar de poner por delante los intereses de los ciudadanos y de los pueblos, se empeña en dar prioridad a los símbolos e ideales patrios más rancios con cierto deje fascistoide, causando más perjuicio que beneficio a la gente, a las poblaciones de uno y otro lado de la verja, en este caso, cuya vida y bienestar es lo que verdaderamente importa, o debería.
Los dos ministros de Exteriores españoles que en los últimos cuarenta años más hicieron, o intentaron hacer, por esta comarca, normalizando las relaciones con Gibraltar, fueron Morán y Moratinos. El primero, posibilitando la reapertura histórica de la frontera en diciembre de 1982. El segundo, facilitando los históricos acuerdos de Córdoba de 2006, que dieron  algunos buenos frutos, como una mayor fluidez en la cooperación entre el Campo de Gibraltar y la colonia, y que, no obstante, terminaron quedando en suspenso, para sufrir un retroceso, tras la llegada de Rajoy a la Moncloa. Unos acuerdos en cuya preparación y elaboración, dicho sea de paso, tuvieron un especial protagonismo el municipio de Los Barrios y quien era entonces su alcalde, don Alonso Rojas Ocaña.
Dastis vino días atrás, se reunió con los alcaldes campogibraltareños, soltó su discurso, pero no dijo apenas nada, y lo poco que dijo no sirvió para tranquilizar a los regidores municipales, sino más bien para incrementar su preocupación por los posibles efectos negativos del Brexit. Que se lo pregunten, si no, al actual primer edil de La Línea de la Concepción, Juan Franco. Es posible que alguno fuera tan ingenuo como para esperar que el ministro viniera con una cartera llena de proyectos y de millones de euros en inversiones, a pesar de que a lo largo de los últimos siete años desde Madrid solo se ha enviado a esta zona poco más que calderilla a través de los presupuestos generales del Estado. No obstante, esa no es la única solución. Y si lo es, no basta. Como lo prueba la experiencia posterior a 1969 y los planes de industrialización que en aquellos entonces se pusieron en marcha y que solo contribuyeron a paliar, y en muy escasa medida, la tragedia que supuso el portazo en la frontera, tanto para llanitos como para campogibraltereños, sobre todo linenses, sin que se obrara el milagro deseado.
Las grandes inversiones están muy bien, y si vienen, bienvenidas sean, pero toda solución para compensar los posibles efectos negativos de la salida de Reino Unido de la UE y mejorar la situación del Campo de Gibraltar han de basarse –lo he afirmado infinidad de veces y lo mantengo– en unas buenas relaciones de vecindad entre las dos comunidades, sin que, a estas alturas del siglo XXI, nos dejemos cegar con el espinoso tema de la soberanía sobre la Roca. El color de la bandera que ondee en uno y otro territorio es lo de menos…

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