Voy a votar por Susana Díaz porque no se puede ser militante del PSOE y renegar de lo que el PSOE ha sido y ha hecho por este país. No se puede ser militante del PSOE y despreciar a quienes lo han representado y han sido sus principales referentes durante los últimos cuarenta años. No se puede ser militante del PSOE y poner a parir a personajes de la talla histórica e intelectual de Felipe González, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba y tantos otros altos dirigentes socialistas relevantes, que pusieron el listón muy alto, por muchos errores que cometieran, como humanos que son. Ese es el PSOE con el que yo me identifico, con sus luces y sus sombras. Ese es el PSOE al que voté siempre. El que optó por lo posible en lugar de lo imposible, por el pragmatismo útil, en lugar de las proclamas y las soflamas inútiles. El PSOE que optó por dejar de ser un partido de clase, que jamás habría podido ganar las elecciones, para convertirse en un partido de masas que pudo llegar a gobernar y universalizar la gratuidad del acceso a la educación, la sanidad y la atención a los dependientes; que modernizó España y la abrió al mundo y que elevó las cotas de libertad e igualdad para todos sus ciudadanos como no se había visto nunca antes a lo largo de la historia.
Bueno, se puede ser militante y abjurar del pasado, porque esta es una organización abierta a la discrepancia, por mucho que se la haya criticado y se la critique, pero, al hacerlo, se incurre en contradicción, y no sin cierta dosis de cinismo. ¡Cómo cojones vamos a olvidarnos de todo lo bueno que se hizo para fustigarnos eternamente por aquello en lo que nos equivocamos!
Voy a votar a Susana Díaz porque yo no quiero un PSOE alternativo. Yo quiero un PSOE reconocible. La frase no es mía, pero se la tomo prestada a la actual presidenta de la Junta de Andalucía, esa compañera a la que algunos compañeros de filas con unos modales más que pésimos llaman la “sultana” cuando no la “gusana”. Quien crea que si el PSOE asume el ideario de IU o de Podemos va a continuar siendo opción de gobierno se equivoca. Lo he recordado en alguna ocasión: Izquierda Unida en su mejor momento obtuvo poco más del 10 por ciento de los sufragios. Si el PSOE se hubiera presentado con el programa y las credenciales de esta formación durante los últimos 30 años, ¿habría obtenido mayores resultados? En las elecciones de 2011 la coalición de izquierdas (lo más parecido a Podemos y Unidos Podemos que entonces había dentro de la oferta electoral) no ganó las elecciones, ni se superó en votos con respecto a convocatorias anteriores, las ganó con mayoría absoluta el PP. Pero es que incluso en 2015 y 2016, y a pesar de lo llovido, el PP las ha continuado ganando. Engañarse en la vida es muchas veces necesario. Diría que imprescindible, por cuestión de simple supervivencia. Engañarse en política, no es necesario sino una absoluta y completa necedad. Con Pedro Sánchez como secretario general y candidato no se arrasó en las urnas y suponer que eso va a suceder, sí o sí, en unos próximos comicios, como por arte de birlibirloque, si vence en las primarias, es pura ilusión. Y, además, ilusión poco fundada.
Voy a votar a Susana por las razones expuestas y por otras que expondré en este mismo espacio la semana que viene...
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