Opiniones de un payaso

Desigualdad y corrupción

El último informe de Intermón Oxfam –organización de carácter solidario que trabaja en defensa de los derechos humanos y un orden económico más justo– resulta tan indignante y tan desalentador como el de 2014, el de 2013 y –probablemente– el de todos los años anteriores. No solo porque pone en...

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El último informe de Intermón Oxfam –organización de carácter solidario que trabaja en defensa de los derechos humanos y un orden económico más justo– resulta tan indignante y  tan desalentador como el de 2014, el de 2013 y –probablemente– el de todos los años anteriores. No solo porque pone en evidencia el aumento de la desigualdad en el planeta. Esto es, la diferencia entre ricos y pobres. Y que los pobres se multiplican, y son cada vez más pobres, mientras aumenta la riqueza de los más ricos. Sino también porque nos induce a ser un tanto pesimistas sobre la posibilidad de cambiar –para mejorar– esta aldea global en la que vivimos y acrecienta nuestras dudas sobre la condición humana.
Intermón Oxfam nos advierte de que en 2016 la riqueza del 1% más rico de la población del planeta superará la del 99% restante, si los poderes públicos no toman medidas para evitarlo. Cosa que no parece que vaya a ocurrir en los próximos meses en el orbe, ni aunque se produzca más de un milagro. Sobre todo, teniendo en cuenta que la situación que denuncia esta oenegé no es coyuntural sino estructural y resultado de la tendencia que marca desde hace décadas la evolución de la economía mundial.
También nos advierte de que el aumento descontrolado de la desigualdad está lastrando la lucha contra la pobreza, recordándonos que en la actualidad “una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para comer y más de mil millones de personas aún viven con menos de 1,25 dólares al día”. Un dato triste y lamentable que pone ante nuestras narices una cruda realidad hacia la que desde Occidente la gran mayoría preferimos no mirar para no castigar en exceso nuestras conciencias.
Lo he afirmado infinidad de veces  y lo reafirmo: poco o nada funciona como debiera cuando hay gente que, partiéndose el lomo y dejándose la piel en su trabajo, gana menos de una miseria, y eso cuando les pagan, y gente que por tocarse los mismos o, lo que es peor, por tocárselos al prójimo, ni se sabe. Y, a pesar de todo… ¡todavía hay quienes tienen la desfachatez de intentar vendernos que este es el mejor de los mundos posibles!
Por cierto, y aprovechando que tan sensibilizados parece que estamos –al menos desde el punto de vista mediático– por estos andurriales con este tema, que, en definitiva, no es otro que el de la injusticia social, y también –ya de paso– con el de la corrupción económica, que viene muy a cuento, bien haríamos en tener muy presente que uno y otro fenómeno son dos caras de una misma moneda. Como consecuencia, todo sea dicho, de un sistema que permite, y lo que es más grave, muchas veces al amparo de la propia legalidad, el enriquecimiento de unos pocos afortunados a costa del sufrimiento y las privaciones de una desafortunada mayoría que o las pasa canutas o, en el peor de los casos, hasta se muere de hambre...

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