Opiniones de un payaso

Pactar o no pactar, he ahí la cuestión

Andan estos días los partidos con representación parlamentaria y municipal deshojando la margarita para decidir con quien pactan y contribuyen a formar gobiernos en comunidades y ayuntamientos a lo largo y ancho de nuestra geografía peninsular e insular. Aunque es evidente que...

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Andan estos días los partidos con representación parlamentaria y municipal deshojando la margarita para decidir con quien pactan y contribuyen a formar gobiernos en comunidades y ayuntamientos a lo largo y ancho de nuestra geografía peninsular e insular. Aunque es evidente que quienes centran la atención de la ciudadanía son el PSOE y Podemos, las dos fuerzas que pueden dar lugar a cambios de mayor calado y arrebatar la hegemonía de la que desde las elecciones de 2011 disfrutaba el PP. A diferencia de Ciudadanos, la otra organización emergente con capacidad para decidir e inclinar la balanza hacia la izquierda o hacia la derecha en muchos de esos lugares donde se dirime quien detentará el poder político durante los próximos cuatro años.
Monedero, uno de los principales ideólogos de la formación que lidera Pablo Iglesias, decía el pasado martes en televisión, durante su participación en el programa de Risto Mejide, una verdad incontestable. Los herederos del Movimiento 15-M deben entenderse con los socialistas y permitir la constitución de gobiernos de progreso. Gobiernos que pongan en marcha iniciativas para paliar el daño provocado por la crisis y para posibilitar un crecimiento económico justo y equilibrado frente a un crecimiento como el actual sustentado en un empleo precario, unos salarios cada vez más bajos y mucha más desigualdad.
A pesar de las discrepancias que entre un partido y otro pueda haber, Podemos ha llegado a definirse como socialdemócrata en más de una ocasión y el PSOE (desde que renunció al marxismo allá por 1979) presume de serlo, así que ambos están obligados, si no a coaligarse para gobernar, al menos sentarse para, sin maximalismos de una y otra parte, acordar medidas que contribuyan a solucionar los problemas que más preocupan a la gente allá donde sean mayoría. Si los de Iglesias y compañía no actúan de este modo, si no dejan de un lado su propia ortodoxia y se inclinan por un útil pragmatismo que no implique traición a sus principios y valores fundamentales, quizá logren todo lo contrario de lo que persiguen, que se supone es regenerar el sistema democrático de este país y, sobre todo, propiciar un giro social en las políticas públicas que hasta ahora se vienen implementando.
Los ciudadanos que han votado a PSOE y a Podemos –salvo excepciones– no creo que entiendan que en aquellas comunidades y aquellos municipios donde es posible desbancar al Partido Popular no se produzcan, sobre una base programática, los acuerdos necesarios para la constitución de gobiernos bipartitos o tripartidos en los que cada socio sea capaz de ceder en sus pretensiones lo razonable en aras del bien común. En un contexto como el de hoy, PSOE y Podemos, que a fin de cuentas es una organización repleta de socialistas descontentos, bien pueden complementarse a la hora de asumir la responsabilidad de administrar y dirigir nuestra cosa pública. Los primeros, aportando experiencia, moderación y una buena dosis de realismo para que los excesos de ingenuidad no nos jueguen malas pasadas. Los segundos, el arrojo, la osadía y el idealismo que hacen falta para intentar transformar y mejorar esta sociedad en la que vivimos.

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