Opiniones de un payaso

El pueblo no es sabio, aunque sí soberano, cuando se le permite

Los resultados de las elecciones municipales del pasado domingo en Los Barrios me han sorprendido. Me han sorprendido muy desagradablemente. Por razones obvias que a estas alturas de la película no creo tenga que explicar. Yo no esperaba y tampoco deseaba que ganara el PA, pero ha ganado...

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Los resultados de las elecciones municipales del pasado domingo en Los Barrios me han sorprendido. Me han sorprendido muy desagradablemente. Por razones obvias que a estas alturas de la película no creo tenga que explicar. Yo no esperaba y desde luego tampoco deseaba que ganara el PA, pero ha ganado. Me equivoqué en mis predicciones y, además de asumirlo, lo lamento muy de veras. Entre otras razones porque di publicidad a dichas predicciones y hasta traté de darles a las mismas un aire de fundadas. Lo cual hace que haya quedado con el culo al aire y que no pueda evitar sentirme un poquitín ridículo.
No sin demagogia, suele decirse que el pueblo es sabio, después de cada cita con las urnas. Aunque todos sabemos que eso no es así y a la historia no tenemos más que remitirnos para comprobarlo. El pueblo, en todo caso, es soberano. Y desde luego solo lo es en democracia y cuando se le deja. Si los pueblos fueran siempre sabios, dudo mucho que el de Los Barrios hubiera dado con la alegría que lo ha hecho su respaldo mayoritario a los andalucistas y a Jorge Romero. Claro que esto no es más que una opinión personal, la de un servidor, que se fundamenta en un análisis muy parcial, subjetivo y mediatizado del asunto.
Yo no creo que el PA haya obtenido la victoria en los comicios del 24 de mayo por la gestión desarrollada al frente del Ayuntamiento a lo largo de los últimos cuatro años. Entre otras cosas porque gestión lo que se dice gestión ha habido poca. Sino más bien por los cuentos y milongas que ha vendido y que han calado en la ciudadanía. Ha obtenido la victoria porque Jorge Romero no es precisamente un estupendo gestor pero sí un gran embaucador. Y no porque lo afirme yo, sino porque hay más de una prueba que así lo atestigua.
El discurso de la herencia recibida le ha sido de gran utilidad. Tanto como el del precio del agua y su promesa de abaratarla. Y todos esos numeritos –estilo engañabobos– con los que ha deleitado a su parroquia a lo largo del mandato que ahora concluye. Numeritos como el de esas asambleas vecinales, que no fueron sino mítines encubiertos, por ejemplo. O como el de los partes mensuales sobre los movimientos de su visa de alcaldía, para hacer creer a la gente que los gastos en los que incurre son solo aquellos que se paga con la tarjeta.
De todas maneras, el éxito de Romero en las elecciones puede agriarse en breve. Y puede agriarse porque lo que le espera para los meses venideros como principal responsable de la institución municipal no es precisamente un camino de rosas. Pero no tanto por los problemas que se encontró en 2011 cuando accedió a la alcaldía y que no ha sabido resolver, ni por lo difícil que se lo pueda poner la oposición, como por los follones que él mismo ha generado, fruto de su ineptitud y su incompetencia, y los varios frentes judiciales que tiene abiertos, entre ellos el relacionado con la cuestión de los despidos.

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