Opiniones de un payaso

Tous nous sommes Charlie

Yo no voy a salir con eso de “Je suis Charlie”, para quedar estupendamente, de cara a la galería. Ni con eso otro de “Je ne suis pas Charlie”, como ha hecho más de uno de nuestros creadores de opinión, se diría que por llevar la contraria o para dar la nota, más que otra cosa. Ahora bien...

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Yo no voy a salir con eso de “Je suis Charlie”, para quedar estupendamente, de cara a la galería, aprovechando que me dispongo a escribir en las líneas que siguen sobre los atentados de París de la pasada semana. Ni con eso otro de “Je ne suis pas Charlie”, como ha hecho más de uno de nuestros creadores de opinión, se diría que por llevar la contraria o para dar la nota, más que otra cosa.
Ahora bien, sí quiero aclarar que en cierto modo me jode toda la parafernalia que se ha montado tras lo ocurrido en Francia, aun siendo comprensible.
Me jode, digo, sobre todo porque junto a esa preocupación por los valores de la república democrática y por los ciudadanos, o tal vez por los votos de éstos, se adivina un alto grado de hipocresía que repugna y exaspera.
No seré yo quien trate de justificar lo que carece de justificación, se mire por donde se mire. Ni seré yo tampoco quien trate de explicar lo que quizá sea desde todo punta de vista inexplicable. Pero esto no ha de ser óbice para que se intente llevar a cabo un análisis honesto y riguroso que permita poner encima de la mesa, o al menos no perder de vista, algunas de las auténticas causas del llamado terrorismo yihadista. Como la errónea política internacional desarrollada desde hace décadas por las potencias occidentales en Oriente Medio, el papel desempeñado por Estados Unidos en la promoción y auge del islamismo extremista, como arma contra la extinta URSS durante la Guerra Fría, el neocolonialismo y el intervencionismo militarista. No para proteger la libertad y los derechos humanos, como se nos cuenta, sino para preservar, siempre o casi siempre, otra clase de intereses mucho menos altruistas.
No quiero decir que no hayan de adoptarse en Europa medidas para garantizar en lo posible la seguridad de la gente. Sino simplemente señalar que tomar medidas extraordinarias o excepcionales no es suficiente para afrontar un problema que –ingenuo sería no admitirlo– tal vez no se resuelva ni en el transcurso de los próximos cien años. Teniendo en cuenta, además, que hay a quienes les conviene  –piénsese en la industria armamentística, por ejemplo– el mantenimiento del actual estado de cosas.
El camino para acabar con este fenómeno no creo que sea el de la guerra abierta. Porque de todos es sabido, y la experiencia histórica lo demuestra, que el recurso a la violencia para combatir la violencia no genera más que más violencia.
Aunque haya quien así no lo vea, yo creo que en aquella ocurrencia de ZP que se dio en llamar “alianza de civilizaciones” y que propició bastantes burlas y chistes (especialmente entre los defensores de del europeísmo judeo-cristiano más ortodoxo) está la clave. No para erradicar todas las tensiones entre mundos que son diferentes, pero sí para aligerarlas. Lo que sí está claro es que tratar de imponer por la vía de la fuerza la supremacía de una cultura sobre otra, en aras de la paz, no parece ser la solución más efectiva y más óptima.
Tous nous sommes Charlie.

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