Opiniones de un payaso

El 11-M, diez años después

Allá por 2004, 2005 y 2006 escribía yo que las teorías conspiratorias alimentadas por algunos sobre el 11-M podrían convertirse en el cuento de nunca acabar. Y no me equivocaba. Pues lo cierto es que, a fecha de hoy, el cuento todavía no se ha acabado. Diez años después los infundios continúan...

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Allá por 2004, 2005 y 2006 escribía yo que las teorías conspiratorias alimentadas por algunos sobre el 11-M podrían convertirse en el cuento de nunca acabar. Y no me equivocaba. Pues lo cierto es que, a fecha de hoy, el cuento todavía no se ha acabado. Diez años después los infundios continúan vivos. Y mucho me temo que continuarán vivos durante los próximos diez mientras haya tipos malintencionados o muy ignorantes con capacidad para influir sobre la opinión pública que den coba a toda clase de bulos y patrañas.
Yo creo que son muchos los personajes de la cuerda del PP que hace ya mucho tiempo deberían haber pedido perdón, no ya sólo a las víctimas, sino a la sociedad española en su conjunto, tanto por la actitud que adoptaron el día del atentado terrorista más grave y sangriento en la historia de este país, como por la que mantuvieron los días que siguieron. Y a más de uno, hoy desaparecido de la escena pública, a estas alturas incluso se le tendría que caer la cara de vergüenza nada más recordarlo.
Sin embargo, resulta que ha ocurrido prácticamente todo lo contrario y la mayoría de los aludidos, salvo alguna que otra honrosa excepción, esta semana, aprovechando la conmemoración del décimo aniversario de la catástrofe, ha demostrado que sigue en sus treces. Esto es, dando pábulo, bien a las claras, o bien por lo bajini, como el que no quiere la cosa, a trolas increíbles, en un afán no por conocer más sobre la verdad de los hechos, sino por generar confusión en torno a la misma o por justificar la que generó.
Hay que estar enfermo, ser estúpido o pecar de muy canalla para creerse a pie juntillas que el atentado de Madrid fue fruto de un complot entre Zapatero, Rubalcaba, Otegui, la Policía, la Guardia Civil y los servicios secretos marroquíes a fin de que Rajoy y compañía perdieran las elecciones.
Lo dije más de una vez y lo reitero: la actuación del gobierno entre el 11 y el 14 de marzo de 2004 es –intentonas golpistas aparte– de lo más grave que ha sucedido en la corta historia de la actual democracia y casi igual de deleznable que la guerra sucia contra ETA. Con la diferencia de que al menos en dicha guerra sucia, que tuvo como protagonista a los GAL, había una razón de estado –tan peligrosa e inmoral como casi todas las razones dignas de tal nombre, pero razón de estado, a fin de cuentas– y detrás del empeño de Aznar y los suyos por falsear la realidad sobre la masacre de Atocha, sólo el mezquino propósito de conservar el poder a cualquier precio.
Y lo dije también entonces y lo reitero ahora: si, durante aquellos fatídicos días, desde el momento en que todos los indicios de la investigación empezaron a apuntar a los islamistas lo hubieran admitido y no se hubieran empeñado en acusar al movimiento de liberación nacional vasco, otro gallo le habría cantado al Partido Popular. Estoy convencido de que la gente se habría volcado en apoyar al ejecutivo, se habría cagado en la madre que parió a todos los musulmanes fanáticos y violentos del planeta habidos y por haber y hasta habría terminado aplaudiendo la intervención en Irak. Pero calcularon mal. Quisieron engañar descaradamente a todo el mundo y pagaron caro su error en las urnas.

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