Opiniones de un payaso

Crimea

La tensión entre Ucrania y Rusia a cuenta de Crimea me ha hecho pensar en el conflicto armado que allá por el siglo XIX pasó a la historia con el nombre de la mencionada península situada a orillas del Mar Negro. Me refiero al que se produjo entre 1853 y 1856...

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La tensión entre Ucrania y Rusia a cuenta de Crimea me ha hecho pensar –como supongo que a muchos de quienes se preocupan por el conocimiento de nuestro pasado más reciente y más lejano– en el conflicto armado que allá por el siglo XIX pasó a la historia con el nombre de la mencionada península situada a orillas del Mar Negro. Me refiero al que entre 1853 y 1856 enfrentó a Gran Bretaña, Francia, Turquía y el Reino de Piamonte contra el Imperio de los Zares de Todas las Rusias, considerado por buena parte de los historiadores como la primera guerra moderna.
Y es que, aunque en la actual Crimea hasta el momento no ha habido una ruptura oficial de hostilidades, sí que es verdad que poco ha faltado para que dicha ruptura se produzca, como consecuencia de la revolución habida en la ex república soviética que ha tumbado al gobierno de Kiev y derrocado a su presidente, Viktor Yanukóvich. 
Una situación ésta que, como ya sucediera con los enfrentamientos fratricidas de los Balcanes de la década de los 90, nos viene a recordar que en el concierto de las naciones de este Viejo Continente nuestro hay cuestiones no resueltas, ni por la vía de la diplomacia ni la de las armas, desde hace más de siglo y medio. Y, lo más importante y grave, que, como consecuencia de muchas de dichas cuestiones no resueltas –en su mayoría de índole nacionalista– más de siglo y medio después esta Vieja Europa nuestra –quién lo diría con el tiempo que ha transcurrido– no está libre del terror que implica el recurso a la fuerza y la violencia para resolver sus disputas internas.
Revestida de un cariz étnico-religioso, la protección de la población cristiano-ortodoxa en territorio del imperio otomano por parte del gobierno de Moscú, la Guerra de Crimea del siglo XIX estuvo en realidad motivada por un choque de intereses económicos y geoestratégicos, debido al deseo del Imperio Ruso de contar con un libre acceso al Mediterráneo y los recelos de Gran Bretaña y Francia a permitir que lo consiguiera.
Aunque, evidentemente, las razones del conflicto que hoy tiene como protagonista esta península, y ha puesto a medio planeta en alerta, no son exactamente las mismas que provocaron el estallido de 1853, sí que son de similar naturaleza. Pues lo que está meridianamente claro es que, tras la excusa de apoyar y defender en suelo crimeo a los de etnia rusa, que constituyen la población mayoritaria, lo que se esconde es el objetivo del gobierno de Putin de no perder el control sobre el Mar Negro y la ventaja que dicho control supone.
En cualquier caso, lo cierto es que esos llamados intereses económicos y geoestratégicos de los estados que terminan dirimiéndose en los campos de batalla rara vez coinciden con los intereses del común de la ciudadanía a la que dichos estados representan, sino sólo con los de la élite. Una minoría dominante que no tiene reparo alguno en alimentar el sentimiento patriótico y utilizarlo en su beneficio, aprovechando que vuelve peligrosamente estúpida e irracional a la gente.
Es lo que ha ocurrido prácticamente desde que el mundo es mundo, incluso antes de que los propios estados como tales existieran.
No obstante, en cuanto a este conato bélico que nos ocupa, soy optimista. Así que espero y deseo que impere la cordura y que la sangre  no llegue al río. Tan locos no creo que estemos. ¿O sí?

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