Opiniones de un payaso

El desafío de Cataluña

Por mucha culpa que le echen a Zapatero, a Rubalcaba, a Maragall, al PSC, lo obvio e innegable es que el catalanismo ha estado ahí siembre y en lugar de diluirse, después de 30 años de democracia y autonomías, ha crecido y se ha hecho más fuerte. La realidad es la que es, no hay vuelta de hoja...

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Por mucha culpa que le echen a Zapatero, a Rubalcaba, a Maragall, al PSC, lo obvio e innegable es que el catalanismo ha estado ahí siembre y en lugar de diluirse, después de 30 años de democracia y autonomías, ha crecido y se ha hecho más fuerte. Podrán cargar las tintas en lo que supuso la aprobación del nuevo estatut. Podrán decir que con el proceso reformador de las leyes fundamentales de las principales comunidades autónomas el primer gobierno socialista de la década anterior abrió la caja de los truenos. Tanto para convencerse a sí mismos como para convencer a sus votantes, pero la realidad es la que es, no hay vuelta de hoja.
La derecha española poco ha hecho a lo largo del referido período, es decir, desde 1976 para acá, y mucho menos antes, a fin de tender puentes y evitar la fractura entre Cataluña y España. Más bien todo lo contrario. Con un discurso casi carpetovetónico del que todavía hoy no ha sido capaz de desvincularse como debiera, ha contribuido a fortalecer más que a debilitar el victimismo del que siempre se han nutrido los nacionalismos periféricos y, muy especialmente, el de la región que no s ocupa. (Y ello a pesar del esfuerzo que uno de sus más insignes representantes hizo por chapurrear catalán, siquiera fuera en la intimidad, para congraciarse con los catalanoparlantes). Es verdad que quien pactó con Carod Rovira y ERC fueron los socialistas, pero quienes más hicieron por el encumbramiento del susodicho y por el éxito de su formación en aquellas elecciones autonómicas de 2003 fue el PP. Además, no hay que olvidar que los predecesores y fundadores de este partido se opusieron al contenido del Título VIII de la Constitución en la que se sientan las bases de la organización territorial del estado y la descentralización administrativa y muchos de ellos se opusieron incluso a la totalidad de la Constitución en sí misma.
Lo que yo no entiendo es el recelo del PP hacia la implantación de un modelo federal en este país cuando el actual estado de las autonomías de que disponemos ya se le asemeja, y muy mucho.  Ni entiendo tampoco tanto reparo de este partido que nos gobierna a la idea de reformar nuestra Carta Magna para tal fin en lo que sea menester. Ningún texto legal puede ni debe ser eterno. La ley está hecha para servir al hombre y no al revés. Si las circunstancias cambian, lo lógico y razonable es que nuestro ordenamiento jurídico cambie. Siempre y cuando, claro, sea para mejor.
No sé por qué ponen Rajoy y compañía el grito en el cielo cuando el PSOE plantea una propuesta de ese cariz. Mejor es mover ficha y trabajar en busca de acuerdos que satisfagan a todas las partes que quedarse esperando y verlas venir. Me supongo que el Gobierno habrá calibrado el alcance y las posibles repercusiones del reto soberanista de Artur Mas y la Generalitat de Cataluña. Pero, si no lo ha hecho, qué Dios nos coja confesados. Pues no creo que la solución pase por impedir la consulta anunciada para 2014 mediante el uso de la fuerza.
En un tema de tanta trascendencia como éste no cabe mirar para otro lado. Dejar que llueva y esperar que escampe. Táctica ésta a la que como buen gallego suele echar mano el presidente cuando se ve en apuros. Podría llegar a ser un error histórico imperdonable y de graves e imprevisibles consecuencias.

http://www.jaortega.es

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