Opiniones de un payaso

Una lanza por Pepe Chamizo

Lamento que Chamizo no siga como Defensor del Pueblo Andaluz. Y no porque sea paisano. O porque en el pasado haya sido beneficiario de algún que otro favor suyo. Llevo gafas pero no soy tan estrecho ni corto de miras, creo. Y se me puede acusar de muchas cosas, pero, desde luego, no de mezquino...

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Lamento que José Chamizo no siga como Defensor del Pueblo Andaluz. Y no porque sea paisano. O porque en el pasado haya sido beneficiario de algún que otro favor suyo. Llevo gafas pero no soy tan estrecho ni corto de miras, creo. Y se me puede acusar de muchas cosas, pero, desde luego, no de mezquino. Digo yo que, tan necesitados como estamos de consensos entre las principales fuerzas políticas con responsabilidades de gobierno en nuestra comunidad, bien podrían haberse puesto de acuerdo en alguna que otra cuestión más urgente y perentoria para los andaluces y no precisamente en la no renovación de Pepe. Uno de los personajes relacionados con la cosa pública más estimados por los ciudadanos y que, como tal, ha hecho también de la institución a la que durante 17 años ha estado representando la más valorada. Algo que en un tiempo como el actual en el que la gente mira con recelo a la mayor parte de las instituciones de este país, y las tiene en entredicho, no es poco.
A Pepe hay que disculparle la salida de tono que pudiera protagonizar el pasado miércoles tras conocer la noticia de su cese. Una mala tarde la tiene cualquiera. En el ámbito político, por ejemplo, ha habido destacadas personalidades que las han tenido por decenas y, aun así, a pesar de haber actuado como auténticos mamarrachos, o haber dicho barbaridades, algunos han llegado a ministro y otros incluso a presidente. Por unas declaraciones desafortunadas no se puede tirar por tierra la labor admirable e impecable que Chamizo ha desarrollado al frente de la Oficina del Defensor Del Pueblo Andaluz desde 1996. Sería injusto e inmerecido.
Coincido plenamente con quienes consideran que a Pepe se lo han cargado porque resulta incómodo para eso que los ingleses y los americanos llamarían el establishment –el establishment andaluz, en este caso– y nosotros, los poderes fácticos, o algo así por el estilo. Es decir, muy molesto para los que más mandan. Esa, digamos, élite social –entre la que la hipocresía campa a sus anchas– que opina que el curita de Los Barrios se ha pasado de la raya y no se le puede consentir ni una más. No es de extrañar que haya sido el PP y una parte del PSOE los que más han abogado por su marcha.
Este barreño singular, progresista, que no se  casa con nadie –y no por aquello de su celibato obligado como sacerdote–, con pinta de poeta romántico y libertario, tendrá sus defectos, faltaría más, como los tiene todo hijo de vecino, pero ha sido un hombre que ha destacado por su compromiso con los más desfavorecidos, los más necesitados, y por su calidad humana, allá por donde ha pasado. Y, desde luego, nadie podrá negar que ha dignificado el cargo de Defensor del Pueblo Andaluz que durante casi dos décadas ha ejercido.
No digo que no haya en nuestra comunidad personas que puedan desempeñar la misión vinculada a dicho puesto con igual eficacia. Pero la ausencia de Pepe va a dejar un vacío difícil de llenar y estoy convencido de que va a estar en la memoria de una gran mayoría de los andaluces durante muchos años.
Lo bueno de todo esto es que recuperamos al cura Chamizo, con todo su bagaje, para otros menesteres que, a buen seguro, van a estar relacionados con el fomento de la cooperación y la solidaridad. Y, quién sabe, quizá también para la política. Él me decía a esto que no en una entrevista el pasado mes de abril. Pero, desde luego, no vendría nada mal para una actividad tan denostada últimamente gente de su perfil y de su valía.

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