Opiniones de un payaso

La herencia recibida

La herencia recibida es el argumento comodín que utiliza el gobierno del PP para explicar, primero, la situación del país, al borde de una intervención casi inminente, y en toda regla, y para justificar después todo un programa de recortes, eufemísticamente llamado de reformas...

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La herencia recibida es el argumento comodín que utiliza el gobierno del PP para explicar, primero, la situación del país, al borde de una intervención casi inminente, y en toda regla, y para justificar después todo un programa de recortes, eufemísticamente llamado de reformas. Un programa consecuente con los principios ideológicos que los populares defienden, pero no incluido en la oferta electoral con la que concurrieron a las elecciones generales del pasado mes de noviembre, quizá porque de haberlo incluido muy probablemente no habrían ganado las elecciones, al menos no las habrían ganado con tan holgada mayoría.
Y no anda faltan de razón Rajoy y compañía cuando echan mano de ese argumento ya un tanto cansino y que va perdiendo fuelle por día que pasa. Los aciertos y los errores del pasado son, tanto por acción como por omisión, parte de todas esas causas que nos han llevado adonde nos encontramos. Por supuesto. De aquellos barros, estos lodos. La herencia recibida, cómo no, está en el origen de las adversidades económicas actuales. Pero en lo que no tienen razón, desde luego, es en cargar todas las culpas única y exclusivamente en los anteriores gobiernos de ZP y en el PSOE, porque es una tesis falsa y simplista que no se sostiene.
No hay más que echar un vistazo a la lista de cuáles son las administraciones del Estado más endeudadas y por qué partido han estado y siguen estando regidas desde hace años. Podríamos ver, por ejemplo, que la Comunidad Autónoma de Valencia y el Ayuntamiento de Madrid se llevan la palma. Es sabido que el gran problema arrastrado por la economía española en los últimos dos lustros no ha sido el incremento de la deuda pública, sino el de la privada, que alcanzó proporciones desmesuradas. Como es sabido también que el incremento del déficit de las administraciones en los últimos cuatro años no se ha debido al incremento de los gastos, que, en general, han venido reduciéndose, sino a la caída de los ingresos. Y no creo que haga falta repetir lo del desinfle de la burbuja inmobiliaria generada por el boom del ladrillo y cómo este fenómeno ha condicionado la evolución de la crisis en España.
Pero no quiero dirigir mi atención hacia lo antes dicho, ni hacia lo que al hilo de lo mismo me haya quedado por decir, como al hecho de que desde el Ejecutivo actual y el partido que lo sustenta se pretendan incluir las dificultades derivadas del sistema autonómico y de nuestro modelo de descentralización administrativa como parte del supuesto legado de los gobiernos socialistas. Y no porque yo no crea necesaria una reflexión sobre la organización territorial del estado español, ni muchísimo menos, tan revisable y mejorable como la organización territorial de cualquier otro estado del mundo. Sino porque me preocupa, y me indigna, esa actitud ladina y un tanto perversa con la que desde las filas del PP se refieren a las autonomías como si hubiera sido un invento de la izquierda en el que la derecha no tuvo nunca participación y responsabilidad alguna.
Al Partido Popular le ha funcionado medianamente bien, hasta la fecha, lo de atribuir a los demás los errores y los males que son consecuencia de la estructura de un estado que también contribuyó a diseñar. Forma parte de esa estrategia suya, muy rentable desde el punto de vista electoral, de  identificar corrupción, mala gestión y despilfarro con el PSOE. Nada más lejos de la realidad. Del mismo modo, todo hay que decirlo, que a la izquierda siempre le funcionó lo de identificar derecha con autoritarismo.
La política, ya lo saben, tiene estas cosas. Gajes del oficio, que diría aquel. Lo malo es que se pueden tomar a veces como un intento de tomadura de pelo a los ciudadanos. Cada palo que aguante su vela y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

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