Tenía comprometido dedicar una de estas breves reflexiones escritas al programa de Canal Sur TV “Todo tiene arreglo” y le ha llegado su turno esta semana. Supongo que saben a qué programa me refiero porque doy por sentado que lo han debido ver en alguna ocasión o, cuando menos, habrán oído hablar de él. Que la televisión autonómica dedique un espacio diario de su programación a fomentar entre los andaluces la solidaridad nunca está de más y en este tiempecito algo jodido que nos está tocando vivir con más veras aún.
Es cierto que el formato del citado espacio televisivo no resulta absolutamente novedoso, pero ese es un dato que carece de importancia a la hora de valorarlo, entre otras razones porque en el mundo de la televisión puede decirse que hoy casi todo está ya inventado.
Lo importante es que sí tiene el programa particularidades dignas de ser destacadas y que lo distinguen frente a otros más o menos de similar género que hayan podido estar o estén presentes en las parrillas de los diferentes y numerosos canales de televisión de este país. Entre dichas particularidades, que se emite todos los días de lunes a viernes, y no con periodicidad semanal, lo que hace que su labor sea más intensa y más extenso el beneficio social a que da lugar, casi como si se tratara de un servicio de ayuda, atención y asesoramiento permanente al que los ciudadanos pueden recurrir si quieren. También, que se centra en la búsqueda de apoyo a familias que se encuentran en situación auténticamente desesperada. Es decir, en dar respuestas a necesidades reales y no en que se cumplan sueños o deseos, tal vez bellos, emotivos, conmovedores, pero casi siempre frívolos, cuando no banales, y, desde luego, nunca urgentes. Y, bueno, que contribuye a insuflar de optimismo el alma y los corazones de los telespectadores, en su mayoría amos y amas de casa, y personas mayores o enfermas, a quienes no les queda más remedio que permanecer en el hogar toda la mañana y la compañía de la televisión les hace mucho bien.
A todo ello se suma el meritorio trabajo del equipo humano que cada día se esfuerza para que el tinglado funcione con notable éxito y, por supuesto, la capacidad para comunicar, para conectar con el público, de Toñi Moreno, la profesional que lleva en plató las riendas de la emisión, una periodista tocada por la gracia que a través de la pequeña pantalla encandila y cae de maravilla, por su simpatía, su naturalidad y su sencillez.
Yo no sigo las emisiones porque tengo ocupaciones que atender, pero alguna que otra vez me he sentado a verlo junto a mi padre, que apenas se mueve de su butaca desde que se levanta hasta que se acuesta, por aquello de la edad, y no se pierde ni una.
No obstante, cuando lo he visto hay un detalle que sí me ha llamado especialmente la atención. El hecho de que la mayoría de quienes contactan para brindar su auxilio a quienes están necesitados son gente que tampoco es que anden sobrados: pensionistas, desempleados, incluso, trabajadores, autónomos o pequeños empresarios, que en algunos casos también lo pasan canutas. Nunca un alto ejecutivo de banca, un ministro, un consejero de la Junta, por poner un ejemplo. Claro que no me imagino yo a señores de esa condición, con tantos frentes a los que acudir, plantados ante el televisor viendo un programa como este.
Por suerte, hay más gente buena que mala en todos los sitios. No sé yo qué pensarán ustedes, pero creo que, si no fuera así, mejor sería apagar e irnos. Cosa distinta es que parezca que el número de malos supera al de los buenos por aquello de que salen más en las noticias y arman mucho más ruido.
Hay motivo para la esperanza. Todo tiene solución. Incluso la prima de riesgo.
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