Opiniones de un payaso

¡Vivan los libros!

Las dos últimas semanas han sido para mí, no voy a decir que frenéticas, pues resultaría exagerado, pero sí intensas. Intensas desde el punto de vista literario...

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Las dos últimas semanas han sido para mí, no voy a decir que frenéticas, pues resultaría exagerado, pero sí intensas. Intensas desde el punto de vista literario. La pasada estuve en la Feria del Libro de Madrid firmando ejemplares de El Reino de las Sirenas, obra que me van a permitir mencione por primera vez en esta columna, publicada con Ediciones Atlantis a finales del pasado año, y esta semana –concretamente el martes 5 de junio– en el mismísimo Ateneo de Sevilla presentando la susodicha, acompañado nada más y nada menos que del Excmo. Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo –nuestro cura Pepe Chamizo– que tuvo el detalle de hacer un hueco en su apretada agenda para acudir al acto.

Además de la antología Andalucía: Golpe a la crisis (12 narradores en clave de cuento), en la que participo junto a otros autores andaluces  y que precisamente se daba a conocer ayer en Cádiz capital, desde la sede de la asociación de la prensa gaditana.

Atrás dejo también varios actos similares en ciudades como Algeciras, Málaga, Gibraltar, Melilla, dentro de un itinerario que empezó en el Hotel Montera Plaza de Los Barrios el 7 de octubre de 2011 con la puesta de largo de este trabajo  –llámesele si se quiere novela– que me ha servido de excusa para vivir nuevas experiencias y, sobre todo, conocer gente de lo más interesante, que en mi caso, por cierto, es a lo que mayor valor otorgo y lo que de verdad me importa.

Hay siempre entre los familiares, allegados, amigos o conocidos quien me pregunta por cómo van las ventas –las ventas del libro, obviamente– y siempre les suelo contestar lo mismo: que no lo sé, ni quiero saberlo. Como digo cada vez que se me brinda la oportunidad, desde que emprendí el camino en este oficio jamás escribí una línea pensando en ganar dinero. Si acaso, soñando con otra clase de gloria mucho más pretenciosa, pero mucho menos mezquina. Discúlpenseme las ínfulas.

No creo andar muy mal encaminado cuando afirmo que tras el impulso creativo de todo ser humano, como individuo, hay una necesidad de expresión, sí, pero fundamentalmente de satisfacción del propio ego, para la que ni siquiera una mastercard –créanme– sirve. Quien está dentro de este mundillo sabe de lo que hablo y quien no lo está puede que también –por qué no– lo sepa.

No, no teman. No voy a hablar de El Reino de las Sirenas, y menos a recomendarlo valiéndome del espacio de este artículo. No queda muy bonito eso de promocionarse uno a sí mismo. Me voy a permitir tan sólo recomendar la práctica del sano y provechoso ejercicio de la lectura –la lectura en general–, no porque convenga a los que nos dedicamos a esto de escribir y nuestro presente y futuro pueda depender más o menos de ello, o porque les convenga a los libreros, sino porque ha sido y sigue siendo la lengua escrita, la palabra impresa, el principal vehículo de transmisión del conocimiento, el pensamiento, el saber y de los sentimientos y las emociones del alma humana.

Aunque sí quiero aprovechar la ocasión, y la voy a aprovechar, para dar las gracias, cómo no, a quienes han expresado interés por ese libro que llevo varios meses promocionando y a quienes me han mostrado su apoyo incondicional, independientemente de que les haya gustado más o menos, una vez leído.

Las ventas, por cierto, no van mal, creo, teniendo en cuenta los tiempos que corren y que hoy día hay más gente que escribe de la que lee.

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