Andalucía

Volantes de ida y vuelta

El miércoles reunió sobre el albero a grupos de mujeres de la práctica totalidad de gentilicios andaluces

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  • El Día de la Mujer en la Feria -

Parafraseando al mítico Juanito, una semana en el González Hontoria puede resultar tan “molto longa” como los partidos en el Bernabeu. Si no más... De un par de décadas hacia acá, el imaginario colectivo ha asociado el miércoles de Feria a las mujeres. Ya luego se sumaron a esa dedicatoria oficiosa las administraciones públicas, dando carta de naturaleza a lo que hasta ese momento no habían pasado de ser reuniones espontáneas.

Hoy, raro es el colectivo de mujeres de la provincia que falta a este miércoles de Feria, que puede presumir de ser el día de la semana que reúna sobre el albero a una variedad más amplia de gentilicios. A las afueras del Hontoria esperan durante el día autobuses de poblaciones andaluzas y extremeñas que apenas figuran en los mapas. El de ayer fue ciertamente el día de las mujeres, pero también el día de la globalización de la peina y el volante. El día de los volantes que vinieron y marcharon, los volantes de ida  y vuelta.

Claro que hay volantes y volantes. Y a veces..., no hay volantes. A veces puede ocurrir que los volantes se queden en casa junto a todo lo demás y que alguien lo grabe y se lo pase a un amiguete. Y a partir de ahí..., a partir de ahí esto ya no tiene freno. El olvido más famoso de la Feria rondaba ayer el medio millón de visualizaciones y de aquí a unos meses podrá presumir de haber recibido a más visitantes que la Alhambra de Granada. En casa se pueden quedar olvidadas unas llaves o un móvil, pero nunca los volantes.

Los volantes se movieron siempre al compás de las sevillanas. De aquí a nada será ya necesario que algún canal temático -de esos que te prometen contar “la verdad del Titanic” y tras la participación de expertos y científicos de todo pelaje concluyen admitiendo que se hundió- nos cuente qué pasó con las sevillanas. Porque algo muy gordo ha tenido que pasar para que ni siquiera Canal Sur haya conseguido recuperarlas. Los volantes que antes parecían acariciar el aire con “la historia de una amapola que nació de entre los pinos”, ahora se atropellan “con tu física y tu química y también tu anatomía, la cerveza y el tequila...”, y ya no puedo más.

Bien está que la bulería haya ganado terreno, pero lo podía haber hecho a costa de otra cosa, a costa por ejemplo de esa “melodía”, ese “color”, esa “fantasía” y esa “filosofía” de “cabezas vacías”, ese “subiendo y bajando”, ese “fuego que está enloqueciendo” y que, efectivamente, nos está “saturando”. Porque no puede negarse que por momentos la Feria se satura de jaleo. Pero claro, esto está abierto a todo el mundo, como bien me comentaban sobre el albero en ese momento en el que ha caído el sol y el encendido del alumbrado se dispone a abrir la segunda sesión de esta Feria de sesión continua. “La Feria tiene la grandeza de reunir a artistas, a grandes artistas y a papa fritas; a gente fea, gente guapa, a gente buena y a gente mala. Todos remando en una misma dirección”. Más verdad que verdad... 

También hay volantes buenos y malos. Volantes nuevos, con firma, y volantes que estrenaron la caseta de los Karcomedo y llegaron a montarse en las cunitas de Mariano. El de gitana puede ser el único traje típico que está vivo, en permanente evolución. Su vida útil es casi tan fugaz como el éxito de una canción de moda. Hay gente que lo entiende, y gente que no. Tampoco pasa nada, lo importante al fin y al cabo es -como me apuntaban ayer- remar en la misma dirección. 

Claro que hay que remar, no vale dejarse llevar por la corriente, porque puede terminar uno a merced de la corriente. Muchas casetas han dejado de remar hace ya varios años y corren serio peligro de encallar. Ayer, que se entregaron los premios del concurso de casetas, me acordé de José Alfonso Reimóndez. A Lete se le ha atribuido -y no sin razón- la paternidad de la estética de buena parte del Real. De su mano salieron diseños de casetas inolvidables, que daban verdadero empaque a la Feria de Jerez. Merecía la pena recrearse ante la belleza de aquellas casetas. Su última creación -ya enfermo- convirtió a una de las esquinas principales del Real en una auténtica obra de arte efímero. Donde Lete dejó balconadas y celosías, hoy se exhiben fotos propias de una feria comercial. A la Feria del Caballo la hacen grande los artistas y los papa fritas, pero hay que remar, porque como esto quede a merced de la corriente va a terminar allí donde el Titanic.

Remando remando se puede llegar a la orilla, pero la Feria se quedó anoche en ese punto en el que ni Rodrigo de Triana podría atisbar la tierra. La Feria se quedó  en alta mar y le empieza a soplar el viento de cara. Será hoy cuando se empiece a hacer necesario buscar la orilla del fin de fiesta. El año pasado -cuando el alumbrado se adelantó al sábado- los remeros encontraron el viento a favor de la lluvia y se llegó a puerto sin mayor novedad. Esta vez habrá que remar de verdad, y no sé yo si responderán los cuerpos.  

La Feria del Caballo asistió ayer a la globalización de los volantes y las peinas; de los cantes y los bailes. Sobre el albero convivieron los acentos de media Andalucía y parte de Extremadura. No hubo pueblo del mapa que no trajera su autobús de mujeres. Grandes artistas, artistas y papa fritas; gente buena y mala, guapa y fea. Remando, todos remando en busca de la orilla. A la Feria le quedan tres telediarios, pero mucho ojo, que ya avisó Juanito. Una semana en la Feria también puede ser “molto longa”. 

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