Jerez

Toda una vida de bata blanca

El sábado fue un día diferente para Francisco (Paco) Lema aunque hiciese lo mismo de siempre. Cuando cerró la Farmacia Figueroa colgó la bata blanca y lo hizo para no retornar porque, cincuenta y seis años más tarde, accedía a la jubilación.

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  • Paco Lema -

Cuando en el año 1960  los semáforos ni existían ni se les esperaban, cuando los llamados Guardias Municipales, con chaqueta blanca inmaculada en verano, y siempre con medio casco encima de la cabeza, eran los encargados de dirigir una circulación rodada en minúscula, Francisco Lema Briantes, Paco para los amigos, dejaba con sus 9 años las aulas del colegio Carmen Benítez, en pleno corazón del barrio de Santiago, para comenzar a “hacer mandados en la Plaza de Abastos, porque los hacía como nadie” y después “rellenar paquetes de bicarbonato, de manzanilla, de ácido úrico o a barrer” en la Farmacia Figueroa en la esquina de calle Santa María, frente al Gallo Azul, con Concepción Figueroa como jefa que fue, me dicen, la primera mujer farmacéutica que hubo en Jerez. Y ayer sábado, cincuenta y seis años y tres generaciones después, Paco Lema despachó su última crema hidratante para cerrar una carrera profesional unida siempre a la farmacia Figueroa, primero con Concepción Figueroa como jefa, después, desde el año 1985, con Inmaculada Becerro Figueroa y ahora también con Inmaculada Benito Becerro.

Tres generaciones de mujeres farmacéuticas, casi seis décadas en la misma farmacia y cuarenta y dos años detrás del mostrador ya que “con 14 años entré de aprendiz, me aseguraron y ya me puse a despachar. A los 38 años, aunque había personas mayores que yo trabajando, me hicieron encargado. A ese puesto se le llama Auxiliar Mayor”, aunque al dependiente de la farmacia siempre se le ha llamado mancebo “porque era el encargado de coger los morteros” y así hasta ahora.

Dice Paco, que nació en el callejón de La Rendona, que Jerez “ha cambiado mucho”, pero que el sector urbano de la farmacia “lo ha hecho poco. La mayor diferencia es que cuando yo llegué había circulación por la calle Larga y ahora es peatonal. Pienso que, antes, cuando se podía circular había más vida, pero son los cambios de las ciudades. Jerez, y lo digo porque lo siento, comenzó ir a más desde que entró Pacheco. La vida también ha cambiado muchísimo. Nos bañábamos en baños de cinc, vivíamos en casas de vecinos y ahora la gente tiene su piso, su cuarto de baño, su coche, hay más comodidades, la vida ha cambiado mucho, aunque también hay mucho paro que es lo malo”.

También ha cambiado el cliente de la farmacia ya que “antes casi todos los que venían eran personas mayores. Ahora también se atiende a gente mayor pero es diferente. Tan diferente como la propia farmacia. Antes había que hacer muchas fórmulas, papelillos, sellos, había que hacer las cremas, los supositorios..., ahora todo es genérico. Ahora solo hay que tratar con el personal y atenderlo lo mejor posible”.

Tiene fama Paco de haber sido un experto en las relaciones humanas con los clientes. “La verdad es que charlo mucho con los clientes y en la propia calle cuando pasan dicen ya está hablando Paco. Eso ha hecho que tenga muchos amigos, la mayoría jubilados y yo los voy a echar de menos y ellos (risas) también me van a echar de menos a mí, aunque lógicamente de vez en cuando me dará una vueltecita por aquí, porque han sido muchos años. Toda mi vida”.

Una vida que no ha sido fácil porque antes de entrar, con 9 años, a trabajar en la farmacia “ya ayudaba a mi padre a hacer mezclas y demás. Mi padre era albañil y hacía trabajos para Concepción Figueroa. Ella me vio cómo yo ayudaba a mi padre y le dijo que quería  Paquito para ella, y como en mi casa hacía falta el dinero, pues me vine a trabajar. Cuando salí del colegio sabía ya sumar, restar, multiplicar y dividir. Está feo decirlo, pero yo era muy listo para el colegio, pero las cosas en aquella época eran así. Ya después, de mayor, en la calle Vicario me saqué el título de Graduado Escolar, gracias a mi mujer que siempre me ha animado y a mis hijos, a los que les tenía que preguntar cosas respecto a lo que aprendía  en el colegio, donde iba en horario nocturno”.

Comenzó estudiando en el Patronato Católico y de ahí a Isabel La Católica y a Carmen Benítez, aunque su universidad ha sido una farmacia donde “había guardias casi 8 días, después cada quince y donde lógicamente ha habido siempre mucho que aguantar y ha sido muy pensionado. Yo he sido muy feliz aquí, siempre me he llevado bien con todo el mundo, pero no me ha gustado que mis hijos siguiesen esta profesión porque es mucha pensión, aunque ya no hacemos guardias como antes”.

Jornada partida en la farmacia, de mañana y tarde, y ahora jornada libre con su más que merecida jubilación, aunque dice que “no me voy a aburrir. Tengo a mi nieta, a mi gente y algunas cosas que tengo en la mente, como apuntarme a los cursos de Patrimonio y también quiero seguir aprendiendo informática. Me tuve que poner al día  con las nuevas tecnologías,  con los ordenadores, pero desde luego quiero seguir aprendiendo y disfrutar de los míos, de mis hijos, de mi mujer, de mi nieta...Hay que tener en cuenta que yo no puedo contar nada de mi infancia porque no la tuve. Me puse a trabajar desde chico, porque éramos mucho y todo era necesario para la casa. Por eso le digo que la vida ha evolucionado para bien. Es cierto que ha habido o que hay crisis y que eso se ha notado porque ya la gente no se compra determinados productos que antes compraban. La crisis también se ha notado como se ha notado en todas partes, ya que por ejemplo se venden menos cremas y la gente va buscando siempre lo más barato”.
Y él busca resarcirse de esos años que le hurtaron en su niñez para disfrutar ahora con su jubilación de su gente y de su tiempo.

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