El jardín de Bomarzo

Desde el palo mayor

Mientras los políticos siguen hablando de sí mismos y casi nada de las soluciones a los problemas de la gente, febrero murió con un 28-F en el que los andaluces celebraron en terrazas al sol lo orgullosos que se sienten, un año más y sobre todo, de ser españoles

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“Si yo tuviera dinero, me compraba un melonar, que echara melones dulces y sandías coloras…”. Bulería de Manuel Agujetas.

Mientras los políticos siguen hablando de sí mismos y casi nada de las soluciones a los problemas de la gente y con ello crece la sensación general de fractura nacional, febrero murió con un 28-F en el que los andaluces celebraron en terrazas al sol lo orgullosos que se sienten, un año más y sobre todo, de ser españoles y eso está bien porque cada uno es libre de sentirse como le parezca. Faltaría. Quizás para conmemorar tan emotiva fecha el Instituto Nacional de Estadística, a través de un estudio conocido como Urban Audit y que compara la calidad de vida entre ciudades, ha situado a doce localidades andaluzas entre las quince más pobres y con mayor índice de desempleo de España, siete de ellas de la provincia de Cádiz: Sanlúcar (42,3 por ciento), La Línea (40,1), Jerez (39,4), Cádiz (36,1), Jaén (35,3), San Fernando (35,2), Algeciras (34,3), El Puerto (34,2), Dos Hermanas (34,1), Córdoba (33,5), Huelva (33,3) y Almería (33,2). Sanlúcar, con 17.359, 60 euros, presenta además la renta más baja por habitante de las 900 ciudades de la UE estudiadas en este informe, que no es más que otro indicador de la cruda realidad que soporta la comunidad en general y, en particular, Cádiz. La pregunta es, por aquello de alejarse un poco del ruido parlamentario de la semana, ¿cómo se sobrevive con niveles de desempleo en población activa tan insultantemente elevados?

El fraude. La economía sumergida representa el 18,6 por ciento del Producto Interior Bruto en España y alcanza una cifra anual calculada en 190.000 millones de euros, dobla a países como Francia -9,9 por ciento-, o Reino Unido -9,7-; Austria -7,5-, Luxemburgo -8-, o Holanda -9,1- están muy lejos de Bulgaria -31-, muy a la cabeza. Este porcentaje refleja el nivel de corrupción del país, no solo de su clase política porque en el hecho incide el comportamiento de la sociedad con respecto al fraude fiscal, la permisividad de la misma para aceptar y fomentar tanto empleo en negro y esto sucede cuando, además, no se piden facturas en el dentista, en el restaurante, al carnicero o al fontanero y se participa de manera directa en un fraude que perjudica a quienes sí pagan todos los impuestos, cada día más para cubrir las necesidades de todos los que no lo hacen. Pero esta sociedad no solo no censura este delito, casi no toma conciencia de que lo es y es fácil imaginarnos pedir al albañil que nos ha hecho la obrita que cobre sin Iva y, minutos después, indignarnos airados ante el informativo del día porque le han pillado dinero b a este o a aquél. La diferencia puede estar, por tanto, en una simple cuestión de cantidad.

Existen programas informáticos que permiten a las empresas llevar su contabilidad en b para ocultar aquellas operaciones de dinero negro y de ahí arrancó la operación contra el sector cárnico de hace unos días, al tiempo que eran detenidos cinco responsables de la sucursal en Madrid del banco chino ICB por blanqueo masivo; el día anterior, Vitaldent era desmantelada por fraude fiscal de más de diez millones de euros gracias a los pagos en negro que se les exigía a las 450 franquicias de la compañía, todo ello horas antes de ser detenido el dueño de La Pesquera en Marbella, propietario de catorce restaurantes, por fraude fiscal al declarar ingresos por debajo de los reales y que afloran al detectarse varios millones de euros de ingresos en efectivo no declarados. ¿Cuántos negocios en el sector de la hostelería no declaran todos los ingresos que generan? ¿Cuántos?

Esta acción en poco más de cinco días contra empresas privadas que representan el fraude fiscal permitido por la sociedad civil, alimentación, consultas privadas médicas, restaurantes, se produce paralela a otra judicial que arrincona al PP en Valencia y, además, Madrid, donde crece la sospecha de que el Canal de Isabel II, la gran empresa pública que gestiona el suministro de agua en la comunidad y que tiene beneficios multimillonarios, pudo manipular contratos y liberar dinero para la caja b del PP. Remata la secuencia de estos días el Banco Central Europeo cuando hace pública la consideración que estudia sobre retirar de circulación los billetes de 500 euros por la “creciente preocupación” de que están siendo utilizados para actividades delictivas, sobre todo en materia de corrupción o financiación del terrorismo. ¿Retirar? ¿Y qué impedirá entonces que esa función la ocupen los billetes de 200? ¿Y por qué no retirar todo el dinero metálico y se acabó el problema? ¿Se han preguntado qué pasaría si de repente se eliminase el dinero físico, solo se aceptara el pago a través de tarjetas y de este modo el control económico sobre todos fuese absoluto? ¿Por qué no hacerlo? ¿Acaso el modelo económico actual necesita de la economía sumergida para sobrevivir? ¿Cómo aguantaría Andalucía sin el dinero negro teniendo más de un millón de parados? ¿Es real que en España podrían aflorar casi tres millones de puestos de trabajo que hoy es empelo en b y que, por tanto, no cotizan? ¿Es justo para todos aquellos que pagan mes a mes y, en algunos casos, lo hacen casi al cuarenta por ciento para mantener el modelo social en materias como sanidad, educación, pensiones...? ¿Se lucha realmente contra el fraude fiscal o históricamente ha habido una política permisiva con respecto a él?

Si la tecnología hoy permite pagar hasta con el móvil, ¿qué sucedería eliminando el metálico y ya? La doble moral es muy característica de este país, tanto de sus sucesivos gobiernos como de esa genética nacional que, en sangre, por vena, circula de manera permisiva. La doble moral es injusta porque es parcial, pero su empleo es frecuente. Condenar el adulterio teniendo amante, criticar el fraude de otros al tiempo que se paga sin factura, cacarear la lucha contra la corrupción con el sobre caliente en la pechera de la chaqueta, pronunciar discursos solemnes desde el atril parlamentario diciendo esto a aquello cuando hace bien poco se aseguraba lo contrario, esa doble  moral nacional, desmemoriada, injusta, hipócrita; tal vez necesaria para sostener un modelo que flota sobre la economía sumergida, sobre el dinero en b, negocio en el que muchos participan y sobre el que pocos hablan salvo los políticos de turno cuando, por puro interés táctico, anuncian planes especiales para actuar contra el fraude fiscal. Ese que sostiene el desempleo que la clase política es incapaz de arreglar.

Bloqueo. Salvo sorpresa mayor, habrá elecciones a finales de junio. Seis meses después del 20D, un desastre. Tanto hablar de nada resulta sonoramente molesto, aburrido. Y que Pablo Iglesias no pare de insultar al PSOE y este le replique pidiéndole apoyo es patético y perverso para los pilares políticos de un partido históricamente esencial y que se está mostrando desconocido y, en esto, feamente servil.

Palo mayor. Aseguran quienes la han construido que desde la plata 40 de Torre Sevilla, que parece el palo mayor de un velero urbano que navega hacia el progreso, se puede ver Sanlúcar de Barrameda en amaneceres claros. Me extraña por la lejanía, pero en ello esforcé visión hace unos días en el primer acto del citado edificio; la noche, la lluvia y la distancia no dejaron ver más allá que unos miles de metros de serpenteo de ese mismo Guadalquivir por el que barcos procedentes de las Américas ascendían, desde Sanlúcar, río arriba en busca de Híspalis y desde donde partió la expedición de Magallanes en el siglo XVI camino a la primera circunnavegación de la Tierra el 20 de septiembre de 1519 para regresar a Sanlúcar el 6 de septiembre de 1522 con tan solo 18 supervivientes, hace pues casi 500 años. Historia. Desde allí arriba, cerré los ojos y entonces sí que la vi, atardecer único con el verde Coto al fondo, río que pretende mar, luz dorada del que la manzanilla atrapa tono para ofrecerse fría, gastronomía lujosa, única, gente amable, 42,3 por ciento de desempleo, economía sumergida a raudales en esto y aquello como método de subsistencia idéntico al de otras tantas poblaciones de la provincia, de Andalucía, que así han sobrevivido y, lo peor, se han acostumbrado a hacerlo sin confiar en que nadie venga a rescatarlas del olvido.

Bomarzo

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