Lo que queda del día

La culpa la tuvo Arenas (y II)

La citación de García-Pelayo pone fin al suspense y, por supuesto, determinará si las críticas de Saldaña sobre la instrucción son o no fundadas

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Antonio Martínez Ares ha vuelto este año a componer coplas de carnaval y a recordar que en febrero “la justicia la canta la gente”. Otro Antonio, Saldaña de apellido, parece habérselo tomado al pie de la letra al exponer que el juez de la Audiencia Nacional, José de la Mata, “tiene vinculaciones directas” con el PSOE “porque fue director general de Innovación Tecnológica” en la etapa de Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno. Si tenemos en cuenta que De la Mata es el juez que instruye la pieza separada jerezana del caso Gürtel, relacionada con Fitur 2004, no hay que ir más allá en la suma para entender hasta dónde quiere llegar el secretario general provincial del PP.     

En realidad, él sí lo pretende. Ir más allá, quiero decir. Un día después subrayaba los vínculos de amistad del juez con Juan Carlos Campo, diputado socialista, número tres por la provincia y secretario de Estado en la misma etapa en que De la Mata fue director general. Llegados a este punto Saldaña introduce la cuña de su “absoluto respeto” a la Justicia, pero si se detiene un instante a pensarlo se dará cuenta de que lo dicho viene a ser lo mismo que pretender que el caso Neymar le vaya a ir mejor o peor al jugador en función de si el juez es hincha del Barça o del Madrid.

Pero, insisto, eso casi que le da igual, porque lo que él pretende es ir más allá. El dirigente popular se ha construido su propio relato, lo ha reconducido al ámbito de la política, porque es en el que se encuentra más a gusto, y, lejos de hacerlo su protagonista, ha convertido al juez en una especie de macguffin, porque, en realidad, y ahí es donde quiere ir a parar, lo que le interesa poner de manifiesto es su crítica a la instrucción del caso y, por encima de todo, la defensa a ultranza de María José García-Pelayo.

El PSOE, por alusiones, ha criticado del popular su “desfachatez” -creo que es el término que resume buena parte de los calificativos empleados-, porque también ellos tienen su propio relato en marcha y tienen claro por dónde reconducirlo. Y, hombre, osado sí que ha sido. Tal vez no tanto como para reinterpretarse a sí mismo como Emile Zola y proclamar su particular “J´accuse”, entre otras cosas porque el inapelable trasfondo del caso no se lo permite, pero sí lo suficiente como para dirimir algún que otro duelo en jardines ajenos y propios: ¿acaso Saldaña es el único de su partido que había “hilado” sobre el particular o es el único que se ha atrevido a hacer pública la crítica?

No seré yo quien entre a opinar sobre la forma de proceder del juez o la exposición de hechos referida en el auto, pero ante la “osadía” del parlamentario del PP ¿cabría al menos preguntarse si hay cabida para la duda razonable?. Es, y ahí sí que no hay duda, lo que él pretende, aunque todo apunta a que Saldaña se ha quedado ya sin espacio en el cuaderno para proseguir con su relato. La citación de García-Pelayo como investigada para prestar declaración voluntaria por un presunto delito continuado de prevaricación administrativa y otro de falsedad en documento público pone fin al suspense y, por supuesto, determinará si sus críticas sobre la instrucción son o no fundadas. Como recuerdan desde el PP, después de ocho años García-Pelayo “aún no ha pedido explicarse” ante un juez, por lo que “con su declaración voluntaria se aclarará este procedimiento administrativo”. Hay, no obstante, quien sostiene que no será suficiente y que, tras la declaración, el Tribunal Supremo tramitará el suplicatorio al Congreso de los Diputados. En cuestión de unas semanas saldremos de dudas.

De lo que ya no saldremos de dudas es sobre qué habría sido de Jerez, de Pacheco, de Pilar Sánchez, de García-Pelayo, si, como apunté hace unos días, Javier Arenas no hubiese forzado el acuerdo de gobierno entre PP y Pacheco aquella noche en la que se abrió una bifurcación diferente hacia el futuro y Jerez se adentró en su particular agujero de gusano para desembocar en este presente de sentencias ejemplarizantes y citaciones judiciales. Ya saben el dicho: quien fuerza su propio destino va en busca de su propia pérdida. No he visto que se cumpla mejor que en el mundo de la política. Ojalá desde Madrid también tomaran buena nota.

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