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Lo que queda del día

El enigma se llama Ciudadanos

Lo que hasta ahora valía para convencer al electorado, para ganar unas elecciones, ya no es suficiente. Nos movemos en el terreno de las emociones antes que en el de las ideas

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La proliferación de series de televisión de muy diversa temática y excelente calidad está ejerciendo una palpable influencia entre el ciudadano medio, en tanto que no pretenden el entretenimiento como la interpretación de la realidad que nos rodea.

Hay quien lo considera un absurdo, a partir sobre todo del famoso regalo autopromocional de Pablo Iglesias a Felipe VI, pero también lo es negar las referencias, la sólida incrustación de un discurso narrativo tan estimulante como necesario para el espectador, que le permite enfrentar ficción y no ficción como si se tratase de un manual para conocer el suelo por el que pisamos.

Una de las series que más comentarios está suscitando al respecto en estos momentos procede de Dinamarca y se titula Borgen -nombre con el que se conoce el castillo de Christiansborg, donde se encuentran el parlamento, la oficina del Primer Ministro y la Corte Suprema-. La protagonista es Birgitte Nyborg, inesperada primera ministra tras alcanzar un gobierno de coalición entre los partidos minoritarios y los laboristas.

Hay quien ha querido ver en la trama danesa -inspirada en la realidad- un reflejo del nuevo escenario político nacional, en el que los dos grandes partidos pueden verse derrocados o condicionados por la confluencia de partidos minoritarios, aunque a España y Dinamarca no sólo la separan muchos kilómetros y grados de temperatura, sino más de cien años de democracia consolidada y, con ella, una admitida cultura de pactos -incluso anti-natura- a la que aún no parecemos preparados en nuestro país.

La serie tiene momentos brillantes, como la referencia al “farol de poder”, que es la jugada que ha estado practicando el PSOE una y otra vez desde las elecciones autonómicas en sus conversaciones para la investidura de Susana Díaz, o las frases célebres que abren cada episodio -el proverbio groenlandés es fantástico: “cuando te empeñas en ocultar un fantasma, al final termina haciéndose más grande”, que es lo que le ha pasado al PSOE con los ERE y los cursos de formación, al PP con Bárcenas y la Gürtel, o a Podemos con Monedero y sus conexiones con Venezuela-.

Sin embargo, y tras el punto de partida, que es lo que nos concierne, el retrato que hace del gobierno danés, de sus relaciones internacionales y del influjo de los medios, me parece muy de andar por casa, y todo queda reducido al enorme atractivo del personaje de Birgitte Nyborg, que a mí, por otro lado, me recuerda mucho a Pepa Caro.

No obstante, puede que hasta hace un par de meses ese escenario de confluencia de varios partidos minoritarios pudiese alumbrar ciertas similitudes a la hora de calibrar la altura de miras de nuestras fuerzas políticas acerca de un pacto de gobierno coral, pero ya se sabe que la naturaleza siempre vuelve a su curso, por mucho que nos empeñemos en desviar el cauce de un río, y de la incertidumbre de Podemos hemos pasado al enigma de Ciudadanos, como solución lógica a los problemas de PSOE y PP -¿uno en Andalucía  y otro en Madrid?-.

En el caso andaluz, Podemos ha jugado a ser el más íntegro, el PP el más inestable y Ciudadanos el más listo, porque es el que ha sabido ocupar el hueco para reivindicar un discurso de cierta sensatez, desde el que no se significa como apoyo exclusivo al PSOE, y sí como un agente conciliador en favor de los intereses generales.

Y es necesario subrayarlo porque es la tónica que la formación de Albert Rivera va a seguir en las elecciones municipales en aquellas poblaciones en las que puede ser decisivo para garantizar la formación de uno u otro gobierno. Después se verá si quiere o no quiere ataduras, pero de momento le vale con la trascendencia de las sensaciones ligadas a una marca. Estamos en la era del márketing, no de la propaganda, y ha llegado a la política; o lo que es lo mismo, lo que hasta ahora valía para convencer al electorado, para ganar unas elecciones, ya no es suficiente. Nos movemos en el terreno de las emociones antes que en el de las ideas. Basta con mirar algunos programas electorales para tomar algo de conciencia al respecto.

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