El jardín de Bomarzo

Crisis en la corrala

Se rompa o no el pacto, el debate actual entre ambos tiene más fundamento en consensuar un calendario para escenificar la ruptura, convocar elecciones para otoño y no herirse tanto, que en arreglarse para prolongar esta legislatura, que para mí está, insisto, muerta

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“Yo no quiero una España rica llena de españoles pobres”.
Susana Díaz.


Llámese corrala a un tipo de vivienda de espacio no superior a treinta metros cuadrados, en edificio de varias platas donde, tradicionalmente, se comparte servicio sanitario y como denominador tiene que todas ellas asoman a un patio central donde se practica vida en común. Dícese de utópico aquel mundo que se presenta idealizado y alternativo al real. Denomínese, resumo, Corrala Utopía un movimiento okupa, vinculado o cercano a ideales políticos del entorno de Izquierda Unida, que se hace con un edificio abandonado propiedad de un banco, Ibercaja, donde 22 familias hacen vida en común y tras ser legalmente desalojadas, como tantas otras y por desgracia, se instalan a las puertas del Ayuntamiento de Sevilla para provocar, sin seguramente pretenderlo, la mayor y principal crisis de gobierno en el patio de esta otra corrala política llamada Andalucía y que acabará, no lo duden, en adelanto electoral.

Decreto. La legislatura está acabada, eso lo saben los dos partidos que han mantenido el gobierno de la Junta y que saben que por esta o por otra razón a finales del presente año habrá elecciones. Lo he dicho aquí muchas veces, lo ratifico ahora más convencido. A Susana Díaz, la presidenta de la Junta, le ha venido bien la metedura de pata de su socio de gobierno con el realojo, aparentemente ilegal, de estas familias, que como tantas otras, ni más ni menos, tienen sus derechos, pero como tantas otras y por orden. Otra cosa es criticar la lentitud de la administración a la hora de buscar soluciones, que desde luego muy criticable es, pero que Díaz defienda la legalidad es ni más ni menos lo que tiene que hacer en base a la responsabilidad que tiene el cargo que ocupa; quizás solo discutible sea el modo en que lo hace mediante decreto porque Vivienda es una competencia de IU, que es un partido que mantiene al PSOE en el gobierno andaluz y por tanto y ante este hecho quizás hubiese sido más oportuna la convocatoria de la mesa del pacto para revisarlo y, en todo caso, romperlo ante la ilegalidad cometida. En todo caso, Díaz le ha dejado esa decisión a IU y, al tiempo, ha dado un golpe en la mesa de autoridad, habrá que ver las consecuencias porque salvo que se sienta capaz de ganar por mayoría absoluta debe medir la posibilidad de gobernar los próximos años en minoría, si gana, y eso, ante la situación financiera actual, es, o sería, para muy adictos a la droga dura.
Al otro lado se sitúa IU. Sabe que su crecida electoral ha entrado en terreno plano, que su adversario en urnas es el PSOE, de donde chupa, y no el PP y que el tema vivienda es bandera política y electoral de la federación de izquierdas. La secretaria general de Vivienda de la Consejería y que, según se desprende, ha tenido un papel crucial, además del de la Consejera, Elena Cortés, en este asunto es Amanda Meyer, abogada nacida en Sanlúcar de Barrameda e hija de Willy Meyer, diputado por IU del Parlamento Europeo que votó en contra del acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos y que, por ello, tan criticado ha sido en Barbate y Conil por cuanto su voto contravino los intereses económicos del pueblo gaditano al que representa en Europa y, por el contrario, favoreció al Sáhara Occidental. No analizo, expongo.
¿Qué sucederá? Se rompa o no el pacto en las próximas horas o días o semanas o lleguen a un acuerdo de última hora como presumible parece para salvar públicamente la situación, el debate actual entre ambos, creo, tiene más fundamento en consensuar un calendario para escenificar la ruptura, propiciar la convocatoria de elecciones para otoño y no dejar heridas incurables como para que sea imposible sentarse a negociar a finales de año antes que arreglarse para prolongar una legislatura que, insisto, está muerta, terminada. Claro que el PSOE puede pensar en alcanzar la mayoría absoluta, pero sabe que eso, según sondeos, no será fácil; también IU puede tirar de mensaje básico sobre la verdadera izquierda y quién ofrece soluciones solidarias de realojo a los necesitados y quién no y que este mensaje cale, como que también pudiera darse que esta crisis de la corrala de la izquierda andaluza consolide la alternativa del PP para que recupere parte de lo que ha perdido estos dos años, si bien para ello su líder, Moreno Bonilla, debe estar más ágil de cintura, con un discurso más contundente y al quite y no solo acertado en la elección de trajes chulos. Con perdón.
Susana Díaz, a quien sonoramente aplaudo frases como la que pronunció esta semana y que encabeza mi artículo de hoy porque es buena y da muestras del fino bisturí dialéctico y político que usa, ha actuado con firmeza y en defensa de la legalidad, quizás incluso por encima de mediciones electorales, quizás no. Opino que no porque por su cuerpo fluye en alto porcentaje sangre orgánica. En todo caso, utopía escenifica un mundo alternativo al real y Díaz, con este golpe, ha llamado a todos a la realidad única de situarles en campaña.

Penitencia. Con Cataluña instalada en el debate de la política nacional como si el separatismo fuese lo que más nos importa, con Rajoy eligiendo a Cañete para Europa y usando el retraso, creo entender, para sumar expectación al nombramiento, con la jueza Alaya metida en un caos procesal que me temo terminará en casi nada porque los asuntos que mezclan justicia y política suelen acabar en no mucho, con el juez Ruz removiendo la Gürtel para contrapesar, parece, en la otra orilla, con el FMI anunciando que igual en breve se inicia la recuperación pero que igual no la apreciamos hasta no se sabe cuándo, y con todos los espacios informativos chorreando negatividad llegamos a la Semana Santa de este año, otro, de larga y pesada penitencia. Debe ser que pecamos tanto en un pasado reciente que la estación hasta nuestro monte del Calvario es, más que larga, eterna, como la vida misma tras la muerte para quien profese fe en prolongaciones.
No me gusta la Semana Santa, la verdad, salvo porque es época de alcachofas con chícharos, que es como se llaman a los guisantes en mi tierra, torrijas y arroz con leche, qué rico, pero no solo la respeto sino que reconozco ese punto de encanto y de magia en ese paseo nocturno de la mano de alguien tuyo cuando perdidos entre la muchedumbre te dejas llevar por el aroma a incienso y cirio quemado en sinuosas calles y escena barroca, por la música a banda y por la cultura de una fiesta que, a mi modo de ver y con perdón, funciona si no profundizas demasiado y te alimentas solo de imagen. Esta semana, repleta de rupturas y de gente empecinada en levantar muros que separan pueblos, no veo otro asidero al que agarrarse que no sean las tradiciones de esta Andalucía nuestra, acorralada en su corrala, utópica, y que por unos días lo dejará todo para convocarse en procesión y rendirse al valor de lo estético.

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