Lo que queda del día

Hagamos el esfuerzo

Para Pilar Sánchez la sentencia es inconcebible, como si la magistrada no hubiera hecho un esfuerzo por entenderla, y, en vez de juzgarla, la ha convertido en una figura más del pim-pam-pum de la corrupción en España

Publicidad Ai Publicidad Ai

Cuentan que detrás de todo el entramado de las tarjetas opacas de Bankia no había sino una evidente compra de voluntades y votos particulares vinculados a la conservación de puestos y privilegios, un valor añadido a los desmesurados salarios de cada consejero para gastos de representación.

Decía Kevin Costner en Open range que “si sabes escuchar a un hombre, te revelará sus malas intenciones”. Pudieron hacerlo, a quienes autorizaron con su firma cada una de sus tarjetas, pero prefirieron conectarse al hilo musical del ascensor y apreciar el suave y deslizante tacto del plástico, ante la evidencia de las revelaciones que se ocultaban detrás de cada gesto amistoso; daba igual si eras de Izquierda Unida, el PSOE o un sindicato -con los demás (PP y empresarios) puede que hubiera más confianza-: a fin de cuentas, no hay ideal tan poderoso y que una tanto a la raza humana como el amor al dinero.

Ahora, descubierto el entramado, una inmensa mayoría ha optado por emular al Capitán Renault la noche que ordena clausurar Rick´s en Casablanca: “Estoy avergonzado. He descubierto que aquí dentro se juega”; al tiempo que llega un crupier para entregarle sus ganancias de la noche.

Hasta al economista del PP, Juan Iranzo, ha aclarado que lo comprado en una tienda de lencería eran camisones para su mujer y pijamas para él, aunque no en qué medida debemos interpretar dichas compras como “gastos de representación”, a no ser que detrás de cada consejo de administración se celebrase una fiesta de pijamas: mejor no imaginarlo; es lo que nos faltaba para alimentar esta frustración revestida de indignación, que fue una coraza para protegernos de las agresiones del exterior y ya parece hecha para ir a la batalla, mientras otros aprovechan que crece el ejército para crearse un club de fans y que les persigan hasta el escenario como si fueran componentes de Auryn. 

Lo cierto es que cuesta seguir las siempre acertadas consignas analíticas de Enric González:  “Si no hacemos un esfuerzo por entender a las personas de las que hablamos, no hacemos periodismo, sino caricatura”. Ponía el ejemplo sumarísimo de Miguel Blesa, aunque puede que en el caso de las tarjetas opacas todo sea una caricatura por sí mismo y la única forma que ha encontrado el pueblo de entenderlo sea insultando a todos los implicados.

De hecho, no sólo es cuestión de periodismo, sino de “entender a las personas” en cualquier ámbito de la vida. Eso al menos es lo que ha parecido reivindicar esta semana la exalcaldesa de Jerez, Pilar Sánchez, tras conocerse su condena a dos años de cárcel, nueve de imhabilitación y una multa de 8,6 millones de euros por el caso del desvío de fondos. Para Sánchez, la sentencia es inconcebible, como si la magistrada no hubiera hecho un esfuerzo por entenderla, por comprender por qué tomó aquella decisión, y, finalmente, en vez de juzgarla, la ha convertido en una figura más del pim-pam-pum de la corrupción política en España.

La postura de Pilar Sánchez es comprensible, tanto incluso como la de Pedro Pacheco, y la trascendencia pública de ambas condenas han subrayado la criticada desproporcionalidad de las mismas  -¿está el problema en el Código Penal y no en los hechos enjuiciados?-, más allá de la rigurosidad en la aplicación de la ley, lo que hace inevitable interpretar dichas sentencias como un aviso a navegantes.

Y, es cierto; exigirle una multa equivalente al dinero empleado para pagar nóminas, como si ese dinero se hubiese esfumado, parece una exageración; y no atender algunos de los argumentos esgrimidos por la defensa parece tan inapropiado como rebatible. Pero tampoco utiliza la magistrada balas de fogueo en su exposición de “hechos probados”, tanto a la hora de evaluar lo que ha de entenderse como “causa de fuerza mayor”, como a la de poner en duda la existencia de “ingresos previsibles” con los que reponer el dinero de las subvenciones.

Otra cosa son sus incursiones en el terreno del análisis político al exponer que si había “revueltas” en aquella época eran consecuencia de “la ineficaz forma de gestionar los recursos existentes para generar riqueza y colocar a Jerez en la situación de progreso que se espera”. Sin duda, eso es algo que ya se encargó de juzgar y condenar la ciudadanía en las urnas sin necesidad de caricatura tras hacer todo el esfuerzo.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN