Jaén

Aquí nunca pasa nada

Jaén no reconoce el siglo XXI más que en el calendario y ¡ay! de aquellos que quieran abrirse paso hacia el lejano horizonte

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  • Panorámica de Jaén -

Aquí nunca pasa nada”. La frase, que podría definir a la perfección este último año, la pronunció el alcalde de Jaén, Javier Márquez, hace algunas semanas en una sesión plenaria, reproduciendo, según dijo, las palabras que la entonces concejal de Cultura, Francisca Molina, ahora subdelegada del Gobierno, le trasladó al primer edil con motivo de algún reproche de la oposición, colectivo o medio de comunicación. Nada más cierto. Tranquilos, porque al final, aquí, en Jaén, nunca pasa nada. Jaén avanza para que todo siga igual, para que aunque tengamos la sensación de que caminamos, en realidad lo hacemos en círculo, en elipse las menos veces, alrededor de un núcleo de poder, como si de un fuerte imán opresor se tratase del que ni podemos, ni hemos querido zafarnos nunca. Jaén se articula como una ciudad feudal, cacique y tirana donde los mismos de siempre, ebrios en estos tiempos de democráticas razones, no hace más que perpetuar el ‘estatus quo’ de una sociedad dirigida por personajes, en todos los estamentos, políticos, judiciales y económicos, que solo empobrecen más y más esta tierra; y un pueblo amordazado por el clientelismo y el miedo a que algo cambie en su ridículo y obtuso devenir.


Jaén no reconoce el siglo XXI más que en calendario y ¡ay¡ de aquel o aquellos que quieran abrirse paso hacia el lejano horizonte, porque de forma implacable serán reprendidos, subyugados y quemados en la hoguera, si es necesario, por el ‘establishment’, que ya no fusila en las cunetas ni en los muros de los corralillos, pero que con las mismas malas artes que antaño y mayores dotes de ineptitud, conduce al manso rebaño por el espejismo de la normalidad ayudado de fieros perros de presa que ejecutan y cumplen con firmeza los designios de sus amos.


Y de este modo, aquí nunca pasa nada. Crecimos desde enero con la ilusión de que aquellos que venían para cambiar las cosas movieran el majano, que abrieran una ventana que aireara la estancia que cada vez huele más a rancia. Tardaron poco, sin embargo, en acostumbrarse al olor.
Jaén ha perdido otro año y al finalizar este mes y echar la vista atrás, somos conscientes de que poco más que buenas palabras y promesas nos ha vuelto a dejar  2016. La ciudad no sale de su parálisis porque quienes tienen que sacarla se mueven como pez en el agua en este reino que pía y se mira al espejo.


Con cuentagotas y el paso de los años llegarán museos, infraestructuras nuevas, mejores transportes y servicios, pero mientras lo hacen, media ciudad se habrá dejado la vida y a otra media ni si quiera le habrá importado. Por todo ello, para cambiar este lobo vestido de cordero, es necesario que cada uno de nosotros despierte de una vez e inicie el camino lejos de ese núcleo, de ese tirano imán; que cada uno de nosotros, en su día a día, se rebele y dibuje con sus pasos la elipse necesaria para que, todos juntos de una vez, rompamos la inercia y avancemos, sin rodeos y sin la sensación eterna de deberle nuestra vida a alguien. Seamos ingratos y como miles de pequeños David, tumbemos de una vez a Goliath, que no es ni tan listo, ni tan poderoso como se cree. Feliz 2017.

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