Pocas veces una anécdota refleja de forma tan fiel la continua disputa que sufre Jaén y sus vecinos entre las administraciones de distinto color. El presidente del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, Francisco Quesada Moya, fue testigo hace dos años de una reunión a la que fue invitado recién llegado a su cargo junto a los terrenos donde lleva años proyectándose el instituto del casco histórico de Jaén, el famoso APA III de San Andrés. Los representantes de la Junta y el Ayuntamiento llegaron a un acuerdo tras la reunión y ante la diligencia y los argumentos que ambas partes aportaron, Quesada Moya no dudó de que en apenas dos meses las obras del instituto estarían en marcha. Hubiera puesto su mano en el fuego, llegó a decir en los desayunos que VIVA JAÉN celebra semanalmente en el Parador de Jaén y que esta semana tuvo al presidente de los aparejadores como invitado. Sin embargo, han pasado ya dos años y de la diligencia mostrada en aquella ocasión no queda más que una trinchera más de una guerra que tiene como rehenes a 116.000 jienenes en un asedio inmoral que dura ya demasiados años y donde es difícil encontrar quién es el bueno y el malo en esta película, porque, sinceramente, parece que todos son villanos. De otro modo, no termina de entenderse cómo los proyectos de esta ciudad están condenados a la disputa y el enfrentamiento eterno.
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