Se nos llena la boca en las reuniones y en los sillones de nuestras casas de insultos hacia los políticos de este país cuando salta algún escándalo de corrupción, pero quienes nos representan en los cargos de las administraciones no son más que un estrato más de esta sociedad fullera, trápala y cainita. De los seis millones de jornales que estaban previstos que se contratasen para la campaña de aceituna pasada, necesarios para recoger la cosecha, apenas se declararon 2’5 millones, según denunció ayer el sindicato Comisiones Obreras. Y la aceituna se cogió y llenó las almazaras. Es decir, un sesenta por ciento de la mano de obra que trabajó en esta campaña lo hizo “en negro”, sin declarar. Bien es cierto que la economía sumergida está salvando a muchos hogares de la miseria, pero también lo es que no se puede permitir que solo cuatro de diez jornaleros estuviesen dados de alta mientras trabajaban en la recogida. No se le debe permitir a los empresarios y, por supuesto, no se le debe permitir a quienes acuden a los tajos con la premisa de que no quieren ser contratados. El motivo que se alegue da igual. Aquí debe sumar todo el mundo y la misma honarabilidad y responsabilidad que le exigimos a nuestros políticos debe ser la que rija el mercado laboral. CC OO habla de un modelo de relaciones laborales del siglo XIX y no le falta razón. El siglo XXI debemos procurarlo para las autovías y para el empleo. Sin excusas.
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