Estuvo aquí la semana pasada el Consejero de Justicia, Administración Local y Función Pública de la Junta de Andalucía. En esta ciudad nos pasamos años y años viendo como sucesivamente vienen mandatarios públicos de la Junta o del Gobierno central que se personan en Jaén para volver a decir lo que sus predecesores en el cargo ya dijeron. Sí, haciendo cierto aquello de la letra de una rumba de “Siempre Así” que decía “Para volver a volver/ como has vuelto mil veces”.Pues en ese aire vienen y nosotros los recibimos.
Y es que la hemeroteca ahí está y nos muestra proyectos eternos que se perpetúan en el tiempo y no rompen en realidad. Roma podría hermanarse con Jaén porque ambas son ciudades eternas. Cada una en lo suyo, y a su modo. Porque no me nieguen que Jaén tiene mucho de ciudad eterna.
La eterna Ciudad de la Justicia que Jaén sigue sin tener es el mejor ejemplo. Llevamos así más de veinte años por unas causas u otras. Me dio tiempo a empezar Derecho, acabarla y ejercer, que aquello permanece en el más absoluto tancredismo. Paralizado.
Jaén sigue careciendo de esta infraestructura que nos haría más ciudad. Pero sobre todo acabaría con esa dispersión judicial que nos hace transitar la toga subiendo y bajando cuestas, atravesando la ciudad de aquí para allá o viviendo situaciones rocambolescas como salir por la puerta de un juzgado para entrar al mismo por otra trasera, así como de incógnito, tras dar la vuelta a una manzana entera, tal y como sucede en el Juzgado de Violencia de Género.
Trece edificios cobijan el funcionamiento de la justicia en la capital. Los mismos que se quedarán vacíos de vida y contenido si algún día la Ciudad de la Justicia se torna en realidad.
Entretanto, inmersos en nuestra dispersión judicial diaria, los profesionales, los justiciables, los funcionarios y todo aquel que depende de lo jurídico en esta ciudad no sólo deambula de aquí para allá, sino que además soporta un sistema obsoleto a veces, depauperado, falto de medios y muy lento.
Esta misma semana este periódico se hacía eco de la denuncia de un sindicato que señalaba la sobrecarga de trabajo que existe en los juzgados mientras no se atajen muchos de los problemas que aquejan a su funcionamiento.
Y esa sobrecarga es cierta. Y triste. Igual de triste y penoso que es tener que consolar a un cliente cuando le dices que su juicio se ha señalado para dentro de un año. Y él -llorando- sólo acierta a decirte que qué clase de justicia es esa si para entonces, cuando llegue la fecha de su juicio él posiblemente ya se haya muerto.
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