Es inevitable. Termina hoy (o eso esperamos) la campaña electoral más larga de la historia. Una campaña que arrancó allá por noviembre del pasado año y que, ahora, parece que llega a su fin. Este domingo estamos llamados a las urnas. De nuevo.
Repetimos la jugada del 20D aunque para nada hablamos de una segunda vuelta, porque de haber sido así, solo tendríamos en juego a PP y PSOE que fueron los dos partidos más votados. Mal pintan las cosas para el PSOE de Pedro Sánchez según todas encuestas.
Mala cosa para el partido pero, qué duda cabe, mala cosa para España que no se puede permitir tener un PSOE en horas tan bajas y con tan poco peso político.
Mantengo la esperanza en que la anunciada bajada no se produzca porque lo último que necesita este país es un PSOE tan mermado (y ojo a la previsible llegada de Susana Díaz a Madrid si finalmente el PP le gana las elecciones en Andalucía). Mucho se habla de la posible llegada, de una u otra forma, de Podemos al Gobierno de España y no somos pocos los que nos echamos las manos a la cabeza con solo pensar en ello.
Y me temo que muchos se arrepentirán luego cuando, es ahora, este domingo, cuando tienen la posibilidad de que ocurra lo que realmente quieren.
Por ejemplo, los profesores y padres de la concertada, ¿dejarán el domingo su futuro y el de sus hijos en el aire o pondrán ahí su prioridad a la hora de elegir gobernantes? Y los taurinos ¿se limitarán a protestar cuando en alguna ciudad o comunidad autónoma prohíban las corridas de toros o eliminen cualquier tipo de ayuda o aportación pública o llevarán en su papeleta su defensa de la tauromaquia?
“Arderéis como en el 36”, asaltos a capillas… ¿es eso lo que queremos que sea nuestro Gobierno? ¿Es esa la libertad que queremos en nuestra sociedad? Los católicos también llevamos nuestra Fe en el voto.
Yo de España y de los españoles me espero lo mejor y lo peor. El clima de revancha social sobrevuela por muchas mentes y corazones que, en muchos casos no lejos de razón, anteponen ese sentimiento de revancha a la ideología o los argumentos. Pero de arrepentimientos no se vive y, suele ocurrir que no todos los golpes se pueden reparar. En nuestras manos está. Vayamos a favor de nosotros.
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