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El Pleno de embestidura

Creo que en los años de vida que tengo, no había vivido nunca un episodio de tanto odio, rencor y revanchismo.

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Creo que en los años de vida que tengo, no había vivido nunca un episodio de tanto odio, rencor y revanchismo. Lo vivido el pasado sábado en el Pleno de Investidura del Ayuntamiento de El Puerto fue absolutamente bochornoso. Reconozco que no tengo miedo alguno a los cambios, ni a las ideas que no son las mías, ni a uniones o desuniones.

No tengo miedo ni me preocupa que quienes han sido elegidos por los ciudadanos en unas elecciones plenamente democráticas lleven a cabo lo planteado en sus programas electorales.

Sin embargo, no puedo decir lo mismo del viraje que está cogiendo esta sociedad nuestra en la que, cuanto más años nos separan de “las dos Españas” más cerca estamos de repetir comportamientos.

Porque precisamente, quienes más llenan sus proclamas de “respeto”, “libertad”, “democracia” y otras por el estilo que todos compartimos, han demostrado con sus hechos, ya en reiteradas ocasiones, ser, paradójicamente, quienes menos respeto tienen hacia los que no piensan como ellos, los que más impiden la libertad de expresión de los “contrarios”.

No es desde luego el primer Pleno en el que veo estas actitudes, pero el bochorno, el “bajunerío” del pasado sábado sobrepasó cualquier límite.

Así no puede seguir esta sociedad.
Así, desde luego, no solo no avanzamos ni progresamos, sino que podemos retroceder hasta momentos que el arrepentimiento no sea solución.

Hay líderes de cierta izquierda que tienen la obligación moral con esta sociedad de calmar, de parar, de virar esta ola en la que nos hemos montado.

Les ha venido muy bien esta “revolución ultra” para acceder a sus personales actas de concejal o de parlamentario autonómico. Pero ahora tienen, desde las instituciones, que volver a ponerle la mayúscula a la palabra Democracia.

Uno puede estar muy contento por el resultado de una votación en el Pleno, faltaría más. Uno puede estar loco de alegría por ver alcanzar el Gobierno a quien uno tiene en estima.

Pues claro, eso es tan lógico como el comportamiento humano, pero el comportamiento del público (y de algunos concejales electos) fue sencillamente bochornoso, impropio, indecente y, en muchas ocasiones, totalmente antidemocráticos.

Y esos comportamientos fueron jaleados por algunos que, ya, son representantes públicos, permitidos por el recién elegido alcalde y tristemente ocultados por algunos compañeros periodistas.

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