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Navidad sin navidad

Con la llegada del mes de diciembre, ningún año falla el anuncio de que llegan las compras, llegan los turrones, se anuncian las zambombas… todo un calendario lúdico-festivo que, salvo excepciones, a todos nos gusta.

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Con la llegada del mes de diciembre, ningún año falla el anuncio de que llegan las compras, llegan los turrones, se anuncian las zambombas… todo un calendario lúdico-festivo que, salvo excepciones, a todos nos gusta.

Lo que me planteo es cómo podemos celebrar una Navidad sin Navidad. Me explico. Hemos quitado de la Navidad, como por arte de magia, el nacimiento del Niño Jesús.

Ahora la Navidad es guirnaldas, adornos navideños que igual sirven para estas fiestas que para el Carnaval que para cualquier feria; se cantan villancicos en los no aparecen para nada las figuras del portal de Belén… Vivimos unos años en los que celebramos la Navidad sin contar con la Navidad.

De hecho, parece que oír hablar de Adviento en estos tiempos parece recluido tan solo a las homilías de los sacerdotes en la Misa del domingo. La fiesta, las compras, las zambombas, las comidas de empresa y amigos, los regalos, los turrones, los villancicos, las luces, los árboles… todo está estupendo y, además, es algo de lo que participo encantado puesto que es algo que, desde pequeño, he disfrutado mucho. Pero creo que debemos recuperar el espíritu de la Navidad.

Es tiempo de Adviento, que no es más que preparar la llegada, el nacimiento, un año más, del Niño Jesús a cada uno de nuestros corazones. En cualquier casa, cuando se espera un nacimiento, se prepara con esmero el cuarto, la ropa, las costumbres….

Pues igual debe ocurrirnos en este tiempo de espera en el que debemos estar especialmente atentos a las necesidades de quien tenemos al lado; atentos al mundo que vivimos y creamos cada día con nuestras acciones.

Es tiempo de esperanza, es cierto; esperanza en un futuro mejor. Pero que sea un tiempo de esperanza en modo alguno significa tiempo de ponerse a esperar a que ese futuro mejor llegue.

Es tiempo de pringarse las manos para poner nuestro granito de arena para contribuir a mejorar ese futuro que queremos, es tiempo de ponernos a cambiar cada uno de nosotros antes de exigirle al mundo que cambie; es tiempo de aportar cada uno aquello que puede antes de exigirle al de enfrente que aporte y colabore.

Es tiempo de Adviento. Es tiempo de esperanza. Es tiempo de luz. Es tiempo de Fe en que, una vez más, Jesús nos da la oportunidad de que le dejemos nacer en nuestro corazón.

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