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Teresa

Cuánto me alegro de que Teresa Romero ya no tenga el Ébola. Qué alegría saber que ha superado esta dura y casi desconocida enfermedad y no haya corrido la misma mala suerte que a quienes ella atendió.

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Cuánto me alegro de que Teresa Romero ya no tenga el Ébola. Qué alegría saber que ha superado esta dura y casi desconocida enfermedad y no haya corrido la misma mala suerte que a quienes ella atendió. Sinceramente, creo que es una de las mejores noticias de los últimos tiempos. Me alegro por ella y por su familia. Pero qué duda cabe, no solo hay que felicitarla a ella.

Todos tenemos que estar de enhorabuena porque se ha comprobado que Teresa se ha curado en la misma Sanidad pública que todo un país se encargó de lapidar el mismo día que se contagió. Teresa se ha curado con el mismo protocolo que se denunció.

Se ha salvado en el mismo hospital y con los mismos medios que ella trabajó cuando se contagió. Teresa ha resistido al mortal virus en el mismo hospital, junto a los mismos médicos, con los mismos trajes y materiales de prevención.

La sanidad pública española ha demostrado, una vez más, que es capaz de mucho más de lo que algunos se empeñan en enseñar. Y soy de los que piensa que igual de buenos son los médicos ahora que se ha salvado Teresa que el día que se contagió.

Claro que ha habido fallos, pero de donde mismo vino el fallo ha venido la solución, y eso es lo importante. El equipo médico (doctores, enfermeros, auxiliares, celadores…) ha demostrado que el sistema médico español funciona y que funciona bien.

Debemos estar orgullosos de nuestra sanidad pública, por encima de declaraciones en uno u otro sentido. ¿Por qué tanto empeño en que lo bueno sea siempre de los profesionales y lo malo siempre de los políticos? ¿Tan mal se había hecho todo antes que, dejándolo todo igual, se ha conseguido el mayor de los éxitos? ¿Qué interés tienen algunos en haber desviado tanto el foco de atención en este asunto?

Creo que, de todo, menos favorecer a la paciente a la que se ha convertido, por desgracia, en protagonista involuntaria de un circo político-mediático del que, a ver, si no le cuesta salir más que del Ébola.

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