Matrícula de deshonor

Huelva sale a la calle

Una de las desagradables críticas que Huelva siempre ha tenido que soportar es la de ser una ciudad apática, sumisa y fácil de manejar

Publicado: 19/03/2018 ·
11:39
· Actualizado: 19/03/2018 · 11:39
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Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Una de las desagradables críticas que Huelva siempre ha tenido que soportar es la de ser una ciudad apática, sumisa y fácil de manejar, en la que pasase lo que pasase, jamás se revelaba. Recuerdo frases que argumentaban esta hipótesis, oídas a lo largo de toda mi vida: “Qué se puede esperar de Huelva”, “Así somos en Huelva”, u otras que van más allá y que emanan esa impotencia contenida ante tanta desidia y dejadez. No seré yo quien le quite valor a tantos años de comodidad, en la que hemos sido maleables a merced de quienes pretendían mantenernos en silencio, escondidos y con una afonía latente que nos hacían vulnerables ante los rufianes de turno, que acampaban a sus anchas actuando sin pudor en nuestra ciudad, convirtiéndola en una de las localidades más olvidadas de nuestra querida España.

Políticos, empresarios, daban igual lo que fuere, Huelva tragaba hasta reventar, engullía todo aquello que le ponían por delante de las narices, sin pestañear. No importaban los químicos que vertieran en nuestra Ría durante tantos largos años, ni que nos colocaran esa enorme balsa de fosfoyesos en las lindes de la ciudad; en Huelva, nos morimos de cáncer con dignidad y en silencio, para no incomodar al político de turno. Daba igual que nos despojaran de nuestra única playa, ni que nos invadieran de fábricas, cerraran el Espigón, perdiéramos Astilleros, que no contemos con una sanidad digna, sin carretera directa a Cádiz, sin aeropuerto o sin que nos llegue el AVE, por nombrar algunos temas concretos; en Huelva, ante estas circunstancias, se quejaba en los bares de turno y “a dormir la rabia”.

Los onubenses siempre hemos sido considerados como un pueblo facilón, de carácter débil y pobres de espíritu, que poco se podía esperar. Pero, en pocos años, este disfraz que hemos asumido ha ido cayendo con el paso del tiempo, arrancándose de nuestra piel, curtida por tantos años de engaños. Huelva empieza a despertar, a salir a la calle, a gritar su indignación rompiendo con su anterior versión lacia y lánguida.  Y no, no sólo fue por el Recreativo de Huelva, que quizás marcó una etapa importante en nuestra historia, fue por una sanidad digna, en la que los onubenses dejaron de prostituir su dignidad. Fue en defensa a la igualdad, el sábado pasado con las pensiones y ayer domingo en contra de la derogación de la prisión permanente revisable, donde más de 6000 personas, según datos, mostraron poder y su derecho a ser oídas. Huelva está adquiriendo un compromiso social importante, está cambiando su visión y percepción del sentimiento grupal y colectivo, está valorando con más rigor su voto, y esperemos que sólo sea el inicio de un nuevo rumbo.

 

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