Los bomberos de la capital y de la provincia onubense han dado una vez más todo un ejemplo de altruismo y de solidaridad. Esta vez, la tragedia ha golpeado en forma de terremoto a Ecuador, y los integrantes de las oenegés no han dudado en acudir hasta allí, en desplazarse hasta allí, para sobre el terreno, buscar con sus adiestrados perros, supervivientes de la tragedia. Demuestran así, que ante sucesos inesperados, que golpean además con más virulencia en países con menos desarrollo, todas las manos suman, todo el apoyo, en los primeros instantes, es poco. Ponerse de esta manera solidaria al servicio de los demás, en los peores momentos, cuando el panorama que te encuentras es tremendamente desolador, merece todos los halagos. Con independencia de que hayan podido aportar más o menos, seguramente siempre mucho menos de lo que hubieran querido, acudir allí y entregar tu tiempo, tu esfuerzo, y tu equilibrio personal, es ya una pequeña heroicidad que no debemos pasar por alto. Ahora bien, una vez pasado el primer trauma, una vez que los gobiernos de diferentes países y las diferentes asociaciones humanitarias han aportado la primera ayuda de emergencia, no hay que perder de vista la necesidad de trabajar en la recuperación, de no dar la espalda, de seguir aportando, porque, una catástrofe como la vivida estos días en Ecuador tiene secuelas a medio y largo plazo que si no se atienden, hacen que el primer esfuerzo sea para nada.
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