Arden también las esperanzas

Un nuevo incendio producido en un asentamiento junto a los prósperos cultivos onubenses pone sobre la mesa una situación para la que se sigue sin buscar una solución

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De nuevo un incendio que se lleva lo poco que tienen los que menos poseen. De nuevo el fuego ha arrasado 40 infraviviendas, apenas chamizos,  donde se protegían unos 50 inmigrantes que se adosan a los prósperos campos onubenses de fresa con la esperanza de tener trabajo, y de ir más allá, en su búsqueda de una vida mejor que a nadie puede ni debe negarse. Los asentamientos en zonas agrícolas de la provincia onubense son una llaga abierta para la que parece que no se quiere buscar cura. A pesar de que hablamos de seres humanos, pero sobre todo, de personas que sufren rigores económicos y de todo tipo, hablamos de una deuda pendiente a la que las administraciones (y aquí deberían ir todas de la mano, porque todas tienen una parte alícuota de responsabilidad) deberían plantear una solución si no definitiva, al menos lo más perdurable y eficaz posible. No vale con aceptar que las organizaciones que trabajan con estas personas (recordemos, ésta es la clave, que son seres humanos) saquen los colores a quienes tienen que poner solución al problema, y nos hagan remover la conciencia por más o menos tiempo, según la que tiene cada uno, cada ocasión que se produce un suceso de estas características, que barre con sus llamas las escasas pertenencias materiales, porque poco tienen, pero sí las muchas esperanzas y expectativas, al margen de que, la pérdida de la documentación es también un problema añadido.  Hoy se da un nuevo toque de atención, a ver para qué sirve.

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