Andalucía

‘Felices 140’: Las razones de mis amigos

Historias con vocación intimista, con una mínima o nula proyección social. En ‘Felices 140’ cambia teóricamente su registro, aunque persistan algunas de sus señas de identidad narrativas de fondo y forma...

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Gracia Querejeta, cosecha del 62, tiene una dilatada trayectoria fílmica con títulos como ‘Una estación de paso’, ‘Héctor’, ‘Siete mesas de billar francés’ o ’15 años y un día’. Sus historias, en general, suelen estar marcadas por un padre ausente. Por mujeres teóricamente fuertes que encaran sus vidas solas, nada asertivas en lo sentimental y extremadamente vulnerables bajo su fachada de dureza. Por hijos adolescentes, problemáticos en uno u otro sentido, y casi siempre varones. Por una mirada no especialmente empática sobre los animales. Véase la terrible historia del gato en ’15 años…’ y la diversión de la veterinaria, protagonista de esta que nos ocupa, con lo que se ha tragado el perro.

Historias con vocación intimista, con una mínima o nula proyección social. En ‘Felices 140’ -98 minutos de metraje, guión de su firmante y de Santos Mercero, fotografía de Juan Carlos Gómez y música de Federico Jusid- cambia teóricamente su registro, aunque persistan algunas de sus señas de identidad narrativas de fondo y forma. Como su buena factura, marca de la casa, y una sutileza en la puesta en escena, mucho más deudora de un cierto cine europeo que de la que suele mostrarse por estos lares. Eso en el saldo positivo…

En el negativo, habría más que decir. Curiosamente uno de los productores, Gerardo Herrero, dirigió en el 2000, ‘Las razones de mis amigos’, basada en la excelente novela de Belén Gopegui, ‘La conquista del aire’, con un tema similar al de esta cinta. En ella, una mujer que cumple 40 años, y ha sido afortunada con una enorme e insospechada ganancia, invita a sus amistades a celebrar ambos eventos. Pero nada se desarrollará según lo previsto…

‘Felices 140’ pretende subrayar la codicia humana en tiempos de crisis y el hecho de que casi tod@s tenemos un precio. Y lo hace en una pirueta dramática que vira, desde la comedia coral y amable, aunque teñida de ironía, a la oscuridad de un drama cínico y amoral, que coexiste con el humor. Esto es muy teórico, porque a quien esto suscribe le parece muy impostado, rozando la inverosimilitud, el hilo conductor del premio millonario.

Pero es que, además, la cinta es misógina a rabiar. No solo está recorrida por la misantropía. Es que es tan sutil como burdamente misógina. Los personajes femeninos resultan más esquemáticos y antipáticos que sus homólogos masculinos quienes, pese a sus miserias, son más complejos. La rivalidad entre ellas a varios niveles está exasperada, tienen siempre el colmillo retorcido y la acritud dispuesta. Si existe alguna lealtad es hacia sus hombres, por decirlo con las claves de este relato, pero no entre ellas. Salvo de una hermana hacia la otra, pero… se diluye enseguida con premeditación y alevosía.

El tratamiento de la violencia de género es indignante. Vale el síndrome de la mujer maltratada, aunque no esté bien representado. Pero pretender que la responsabilidad -como arteramente se sugiere- recae sobre la propia víctima. Pero pretender que se arregla felizmente con la prosperidad económica y pretender que el hijo no sufre más secuelas que el querer irse a vivir con la tía enrollada es de juzgado de guardia…

El reparto funciona bien, son excelentes profesionales y de ahí saldrán varias nominaciones a los Goya. Si no, al tiempo. Otra cosa es, reiterando, la tosquedad de los caracteres de las actrices que las perjudica. Con la excepción de Maribel Verdú, pese a algunos trazos gruesos en el suyo, por otra parte tan cuestionable como mimado en el filme. A la crítica de este país, en general, le ha gustado mucho. Escrito queda. La pelota está en sus tejados.

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