El mundo de la educación ha salido una vez más a la calle, y se antoja que ya son demasiadas en estos tres últimos años, un hecho que supone todo un claro síntoma de que no se puede dar la espalda a las personas a la hora de legislar, y mucho menos, si hablamos de un ámbito de tantísima trascendencia como es el de la formación en todos sus niveles, con todo lo que esta conlleva y con todo lo que supone para un pueblo. Al rechazo ala ley orgánica del ministro José Ignacio Wert, cuestionada por los expertos, por el alumnado, los profesionales, algunos gobiernos autonómicos y los colectivos de madres y padres, se une ahora el no a la reforma en los estudios universitarios que quiere restar importancia a los años de facultad, a los grados ordinarios, para darle protagonismo a la educación posgrado siempre a través de cursos, másteres y otras especialidades de ámbito privado, es decir, con más coste y que cierra la puerta a quienes cuentan con menos recursos, asegurando una educación elitista que nos va a alejar del contexto europeo. Han coincidido en esta nueva llamada a decir que hay que regular pensando en la mayoría y contando con todos los profesores y los alumnos y alumnas, el personal administrativo, los sindicatos y fuerzas políticas de izquierda, y sin embargo, queda una vez más la sensación de que un ministro y un gobierno acostumbrados al ordeno y mando por mayoría absoluta, volverán a hacer oídos sordos.
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