Los últimos casos de imputaciones y detenciones por presuntos casos de corrupción, que afectan en especial al Partido Popular, pueden ser una gota que colme el vaso, si quienes tienen que poner pie en pared y frenar todo esto, que son los propios partidos implicados, no lo hacen. Mes a mes, las encuestas y sondeos de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) han puesto de relieve cómo entre los ciudadanos de toda España, la corrupción política se ha situado como una de las principales preocupaciones, en uno de los asuntos, fundamentalmente con el desempleo, que más desagradan en la actualidad y que hacen revolotear sombras sobre nuestro sistema democrático que en nada nos benefician. A pesar de ello, la situación no ha mejorado, sino que a diario, van saliendo nuevos casos de esos de llevarse las manos a la cabeza, nuevas investigaciones, nuevas conclusiones de los agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado (que aquí tienen tarea para rato), que ponen en evidencia, que lejos de solucionarse la cuestión, crece, se enreda, y casi parece, que se desboca. La Operación Púnica ha hecho estallar el asunto de tal manera que pedir perdón, como ha hecho el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, es lo mínimo, pero ni de lejos basta, porque ha quedado en evidencia que se necesita voluntad y sobre todo, mucha contundencia interna y externa.
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